El camino hacia su habitación era una ruta que mis pies tenían bien memorizada.Me paré frente a la puerta.
Hale estaba allí dentro.
Quise estirar la mano para presionar el botón y me arrepentí cuando el sordido ladrido del cachorro atravesó la puerta. Sentí que se me aflojaban un poco las rodillas y un fuerza invisible me obligó a retroceder. Me resultaba muy abrumador y aterrador al mismo al tiempo imaginarme compartiendo el mismo espacio con ese animal.
¿Debería volver más tarde?
Sí, o mejor mañana.
Como sea.
Ahora no, no con esa bestia allí.
Acababa de darme la media vuelta cuando la puerta se abrió.
Infraganti.
—Señorita —la voz animada de John me hizo volver la cabeza.
—Hola —dije y después proferí un pesado suspiró.
El hombre me miró. Tenía una gran interrogante dibujada en sus ojos: ¿No va a entrar?
—Yo... olvide que tengo algo que hacer —me excusé.
—Cuando la gente dice «algo» a menudo es para llenar la falta de ese «algo» en sus agendas —me descubrió.
—No le diga a él que vine ni que volveré más tarde —le pedí, tratando de alzar la voz.
John arqueó las cejas.
—Ya lo escuché de ti, no será necesario escucharlo de él —dijo Hale, desde adentro.
Arrugué la nariz.
—Adelante, señorita Vainilla. —Jonh extendió el brazo y se hizo a un lado para cederme el paso.
—Gracias que amable —mi tono dejó claro que no lo decía más como un reclamo que como un agradecimiento.
El perro corrió hacia mi en cuanto entré. Me refugié de tras de John pero eso no impidió que el cachorro se pusiera a gimotear y a dar de brincos al rededor de nosotros. Mientras a mí me ardía la cara y me envolvía pensamientos horribles, Jonh no dejaba de reirse.
—¿Se detuvo? ¿Se fue? —inquirí con los ojos bien cerrados cuando ya no se escucha nada, ni risas ni gimoteos.
—Se detuvo pero sigue aquí, señorita.
Un escalofrío me recorrió la espalda, no sabría decir si esa sensación anunciaba el final o el inició de un temor mayor.
—¿Qué debo hacer? ¿Quieres que elegía entre Hunter y tú? ¿Es eso lo que estás tramando? —me preguntó Hale.
Abrí los ojos y miré de reojo al perro, que se había rendido con nosotros y prefirió perseguirse la cola.
—Ahora que lo mencionas, sí me daría curiosidad saber cual sería tu elección —dije y apoyé la frente en la espalda del mayordomo.
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La flor que huía de la lluvia©
أدب المراهقينLisseth sabe que las emociones son complicadas y las suyas no son la excepción. Pero jamás imaginó que acabaría en el consultorio de un neuropsiquiatra o, peor aún, atrapada en la mansión de Julián Abeln ni que ahí dentro conocería a esa persona... ...