Capítulo 25

135 30 29
                                    

Abrí los ojos y me incorporé tan rápido como pude

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abrí los ojos y me incorporé tan rápido como pude. Me quité el cabello de la cara y me di cuenta de que había amanecido. Miré de un lado a otro, esperando encontrarlo, pero ya no estaba... y quizás nunca lo estuvo.

¿Fue un sueño?

Lo único que podía desmentir esa última teoría era que el olor de su colonia se había quedado impregnada en mi piel y embalsamaba cada rincón de la habitación. Las notas aromáticas seguían paseándose en el aire. Se distinguían la esencia empoderada de algún tipo de madera, la frescura del coco y otros ingredientes de matiz dulce, algo empalagosos si pasabas demasiado tiempo en un lugar cerrado. Iba muy bien con él, que podía llegar a ser todo eso.

Tomé y solté aire, tratando de autoreconforme.

No fue un sueño.

Cuando llegué abajo lo vi sentado en la mesa, desayunando. Tenía la mirada fija en su vaso de leche, como si esperara descubrir algo en él. Su plato estaba intacto y su expresión parecía decaída, casi como la primera vez que le había visto allí. Avancé hacia el comedor con la mirada fija en él, sin darme cuenta de la persona que caminaba hacia mi dirección hasta que choqué contra él.

—Oh, lo siento, John —reaccioné.

—No se preocupe fue mi culpa. ¿Ya desayunó?—inquirió.

—No, aún no.

—Por favor acompañe a Shawn, me temo que el señor Julián y yo tenemos un asunto urgente y no nos será posible hacerlo.

Asentí, no es que me molestara hacerle compañía, lo haría aunque no me lo pidiera.

Me senté y de inmediato Rose colocó un plato frente a mí, con lo que se suponía que era mi desayuno.

—Gracias —me dirigí a Rose.

—Disfrútalo —contestó ella, con una sonrisa amable.

Hale parecía haber despertado de su trance con el sonido de mi voz y me regaló una sonrisa, la cual le devolví. Había algo diferente en su mirada, me daba la impresión de que ahora él ocultaba un secreto. Me sentí inclinada a preguntarle lo que lo tenía tan inmerso en sus pensamientos, pero entonces me convencí a mí misma de que si yo no estaba dispuesta a compartir los míos, tampoco debía presionarlo para que me dijera los suyos.

Desayunamos y conversamos como de costumbre, evitando todo tema que tocara una cuerda sensible entre nosotros. Nos reímos y jugueteamos un rato: naipes, acertijos y escondidas. Igual a los días lluviosos de mi infancia.

Aunque no podía ir más allá de esta casa y sus jardines, me sentía libre. Mis sentimientos no habían desaparecido, pero estaba aprendiendo a verlos desde otro ángulo. En serio lamentaba que eso hubiera sucedido cerca del final de todo.

Conforme iban pasando los días la incertidumbre volvía a desatarse dentro de mí. ¿Fue o no un sueño? Nada similar a lo de aquella noche había vuelto a ocurrir y por eso me estaba convenciendo de solo lo me lo había inventado.

La flor que huía de la lluvia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora