La presión para acabar el libro se volvía cada vez más fuerte. No había nada que pudiera hacer para evitar el estrés, nada más allá de desconectarme unos minutos, dejar de ver la pantalla de la laptop o la hoja de un cuaderno.
Me fijé en la hora y me di cuenta de que ya pasaba de las dos de la tarde. Era por eso que tenía tanta hambre. Requería hacer una visita urgente a la cocina así que dejé todo como estaba y bajé las escaleras. Mientras lo hacía no pude dejar de mirar mis pies, presencié la vacilación de cada uno de mis pasos.
Sentía una debilidad en todo el cuerpo. Había llegado a ese punto al que llaman el bloqueo del escritor y eso me dejaba con el ánimo por los suelos. Por desgracia el cansancio físico y mental que me caracterizaba no era nada que pudiese tratarse aparte. No se debía a la falta de vitaminas o algún otro mineral. Solo era un agotamiento que hacía su aparición en los momentos menos oportunos.
Cuando estaba en segundo año de preparatoria, tuve que pedir una licencia por enfermedad en la escuela. A veces mi cuerpo reaccionaba ante el estrés o a la presión con dolor de cabeza o de estómago, fiebre o diarrea. Esa fue una de las ocasiones, más bien la única, en la que tuve que tomarme un verdadero descanso.
Lo que me había provocado ese colapso fue la escritura. Deseaba inscribirme en un concurso literario, en el que por cierto no logré registrarme, y tenía poco tiempo para alcanzar una cantidad mínima de palabras. Era demasiada presión, en especial si le sumaba el hecho de que lo hacía a escondidas de mis padres y que debía estudiar.
Mi maestro era muy mezquino y no hacía favores especiales así que si quería conseguir las tareas debía pasar al aula a conseguirla. Es por eso que, durante esa semana, Elídan se ofreció a llevarme las tareas escolares. No obstante, el último día llegó alguien diferente a mi casa.
Aquella tarde abrí la puerta y cuando la ventisca primaveral rozó mi cara, un aroma a suavizante para tela, colonia y papel recién impreso se coló en el aire.
Lo supe de inmediato, era él el que estaba frente a mí.
Hale.
Llevaba su uniforme muy bien arreglado y unos libros entre sus manos.
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La flor que huía de la lluvia©
Teen FictionLisseth sabe que las emociones son complicadas y las suyas no son la excepción. Pero jamás imaginó que acabaría en el consultorio de un neuropsiquiatra o, peor aún, atrapada en la mansión de Julián Abeln ni que ahí dentro conocería a esa persona... ...