Capítulo 22

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—Parece que eres el alma de esta casa —dije mientras subíamos las escaleras

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—Parece que eres el alma de esta casa —dije mientras subíamos las escaleras.

—¿Yo? —preguntó Hale, algo confundido.

Asentí.

—Sí, desde que mejoraste, todos se volvieron más alegres —aseguré.

—¿Eso crees?

—¿No acabo de decirlo?

—Cierto... —Tomó aire—. No es por mí, es por las circunstancias. Ahora que he vuelto a caminar y mi nivel de «berrinches» se redujo el ambiente en la casa debería ser más liviano. Pero si ocurriera cualquier otro problema, aunque yo no esté involucrado y sea la raíz de este, el ánimo volverá a decaer. Incluso si yo estoy bien no va importar. Él alma de esta casa no soy yo, son las circunstancias.

—Interesante —dije.

—¿Sabes qué es más interesante?

—Dudo que puedas decirme algo mejor que eso —respondí. Su argumento anterior me había dejado mucho en que pensar—. Sin embargo, dejaré que lo intentes.

Se rio por la nariz y me picó la sien con su dedo índice.

—La primera vez que te vi sentí algo, no lo sé... normalmente le habría gritado a cualquiera e incluso corrido de la casa, no me gustaba que me miraran tocar el piano, pero a ti. Contigo no pude enfadarme del todo aunque creeme lo intenté y no pude.

—Me gritaste, ¿recuerdas? —aclaré —. Me prohibiste acercarme a ese lugar de nuevo.

Se llevó la mano a la boca.

—Creí que había parado en la casa de un sociópata —dije, sacudiendo el cuerpo, dando a entender lo mucho que me asustaba la idea.

—Es mejor que en la de un psicópata... Creeme cuando te digo qué no fue nada comparado con lo qué hubiera hecho u dicho sintiéndome como me sentía.

—Es bueno saber que me diste un trato especial. —Puse los ojos en blanco y después me reí.

—Aún así me disculpo por mi austero comportamiento y no me justifico por él —dijo.

—¡¿Y eso de dónde salió?! —Fruncí el ceño—. Una disculpa si que es interesante. Pero, ¿por qué? ¿Por qué no actuaste «peor»?

Se paró frente a mí y buscó encontrarse con mis ojos.

—Verte me causó una sensación extraña, fue como si de pronto mi corazón se apaciguara, como si un gran peso se me hubiera quitado de encima. Mi personalidad también se aligeró y los sentimientos qué me ponían de mal humor se esfumaron como si hubieses sido la causa desde un principio. Me volví más afable. No puedo evitar preguntarme si yo era así en esos años que no puedo recordar.—Elevó la vista al techo.

—Sí lo eras —pensé en voz alta. 

—¿Cómo lo sabrías? 

Porque eras el tipo de persona qué yo deseaba ser.

La flor que huía de la lluvia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora