Capítulo 12. Invasores.

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Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo.” Aristóteles

Llueve sobre la llanura, y hay ruido de miles de gotas sobre las hojas de todos los tamaños, y sobre los techos de los palenques.

La llanura está empapada y estoicamente soporta el chaparrón, y lo agradece.

Llueve tanto y tanto rato que los ríos crecen, y el río de aguas calientes pierde su claridad, y sube su nivel.  Y todo se lava, y los verdes serán más verdes tras la lluvia, y los grises de las piedras y negro de la obsidiana brillará más.

Las guacamayas lanzan su reclamo y vuelan a guarecerse. Las hay donde predomina el rojo, el azul o el verde.  Vuelan siempre en parejas, y sus plumas son muy apreciadas, aunque no se las caza, como tampoco se caza el quetzal en las altas montañas al sur. Hay tantas que si se conoce sus costumbres, las plumas simplemente se recolectan.  El olor a tierra mojada se extendió por todo el poblado, era el olor de la fertilidad de Ngumuy Nequepio y a todos les encantaba.

Esa mañana tenían planeado visitar al Cacique, que quería discutir varios asuntos con Chorotegaye. No se había opuesto a que le acompañaran sus acólitos e incluso su sobrino y futuro sucesor estaría presente.  Tipotaniye adivinaba que la idea de ambos líderes era que ellos se familiarizaran con las responsabilidades de sus puestos.

Como a las 8 la lluvia no paraba y entonces aparecieron Tayel y dos hombres más con unas sombrillas planas, fabricadas con el mismo material que los techos de un palenque.  El Cacique quería saber si Chorotegaye gustaba ir usando este transporte, o prefería esperar que amainara la lluvia.  Tras considerarlo Chorotegaye decidió que irían. Al fin y al cabo la distancia a recorrer no superaba un kilómetro y bajo las sombrillas no llegarían tan mojados como para que fuese un problema de formalidad.

Subieron la cuesta que separaba el palenque del Cacique del resto del pueblo.  Al contrario de la tipoya que estaba justo en el centro del poblado el cacique tenía su palenque en una loma que dominaba el pueblo y sus fronteras.   El poder político, administrativo y militar estaban bajo su mando. El ejército propiamente era un ente temporal que se armaba y desarmaba de acuerdo a las condiciones del entorno.  De forma permanente sólo había un instructor y un jefe de guerra. La última vez que formalmente se había constituido fue para la batalla contra la tribu de Nandayure, hacía ya más de quince años.  Pero recurrentemente se realizaban entrenamientos, reclutamientos y ejercicios. Algunas habilidades propias de la milicia eran útiles en la caza y viceversa. Además, siempre era bueno estar prevenidos por si era necesario organizar una defensa.   A TipoTaniye le habían contado sobre ese último conflicto, que había sido importante para la tribu.  La tribu de Nandayure no era parte del imperio chorotega y no había habido incovenientes mayores con ellos.  Era una pequeña tribu independiente, ancestralmente ligada a tribus del Norte. Pero movimientos de una tribu enemiga, los huetares, habían sido informados por mensajeros al cacique.  Parece que su plan era conquistar la tribu de Nandayure y usar al pueblo sometido como una avanzada en el territorio chorotega. En realidad, el poblado de la Gran Tiri, se había establecido dentro de lo que podía considerarse territorio huetar. La montaña sagrada y sus aguas medicinales, así como las fuentes de obsidiana y abundantes recursos de la zona eran codiciados por el enemigo. Así que el intento de conquistar Nandayure podía ser también una especie de compensación. 

Por consejo de Chorotegaye, entonces más joven, pero igualmente prudente, intentó por varias lunas el Cacique lograr una alianza con la gente de Nandayure. Ante su negativa, les fue declarada finalmente la guerra, y posterior a su conquista, que costó mucha sangre, este pueblo entró al imperio y era ahora administrado directamente por el Cacique de Caciques, que había nombrado a un Cacique para dirigirlo.

La tribu de la Gran Tiri fue compensada con una ampliación de su territorio reconocido, y con otros bienes, venidos directo del poder central. La estrategia de atacar con un grupo especial fue idea del Cacique y Chorotegaye le animó en ese sentido y le auguró mucho éxito. La conquista con poco derramamiento de sangre y destrucción hizo que el prestigio del Cacique aumentara mucho tras la forma en que manejó esa guerra.

Ante esta situación el enemigo se retiró y la vida de la tribu de la Gran Tiri volvió a la paz.

Ahora ambos líderes eran ya viejos y tantos años de trabajar juntos habían forjado una camaradería especial entre ellos.   No así entre los dos jóvenes, el sobrino del Cacique, Avancari, y TipoTaniye.  

Nuevamente hemos tenido noticias de incursiones de huetares en  Nandayure – dijo el Cacique tras terminar los saludos y cortesías habituales.  Debemos entonces organizar las milicias y perseguirlos, si es necesario hasta su misma tierra. Yo mismo lideraré el grupo si has de dar la orden, Cacique – de forma vehemente Avancari señaló hacia el este mientras afirmaba con fuerza sus pies en la tierra.

¿ Y tú qué piensas? – preguntó Chorotegaye a TipoTaniye. En reuniones donde participaban Cacique y Chamán, los otros hablaban cuando se les solicitaba.  Por eso la anterior observación de Avancari fue ignorada.

Yo quisiera que Chorotegaye meditara un poco y tratara de predecir o adivinar las verdaderas intenciones de los incursores. También que realizara un Viaje que nos pudiera decir cuántos son.  Suponiendo que es un grupo pequeño convendría movilizar un escuadrón de nuestra milicia, y unido con el de Nandayure marchar hacia la frontera y hacerles notar que podemos organizarnos muy rápido. Así lo pensarán dos veces para atacar – la opinión de TipoTaniye fue dicha lenta y calmadamente, mirando a los ojos a los dos líderes.

El Cacique estaba frustrado en su fuero interno. Ese tipo de respuesta, al menos en cuanto a la movilización de fuerzas, era el tipo de estrategia y análisis que esperaba de su sobrino. Pero de él obtenía su típica reacción violenta, que podía ser útil en el campo de batalla, pero nunca en la planeación. Finalmente habló, sin notar que Chorotegaye le observaba y adivinaba sus pensamientos. Eso más o menos es lo que he estado considerando hacer – dijo el Cacique, mirando directamente a su sobrino – TipoTaniye, a pesar de tu juventud ya tienes noción de la estrategia, Avancari haría bien en tomarte como ejemplo.

Avancari no pudo evitar lanzar una mirada envidiosa y dolida a TipoTaniye.  Sentía que le hacían quedar mal, si no fuera por el miedo que en él despertaba todo lo relacionado al otro mundo, los Viajes, y todas esas cuestiones, probablemente manifestaría su rechazo por TipoTaniye más abiertamente.

Se limitó a mirar a su tío y asentir con un gesto, aunque su discurso era totalmente contrario : Cuando nos invadan los huetares y sus lanzas se claven en los pechos de nuestros soldados y sus antorchas quemen nuestros palenques, estaré allí para defender a mi tribu.  Esta estrategia se me antoja excesivo respeto a una gente que no dispone de nuestros recursos, y espero que no lo paguemos caro. He hablado.

El Cacique le miró y levantó la voz un grado más de lo usual en él : Espero Avancari que cuando tomes el mando hayas ya madurado, es mi culpa no haberte podido enseñar bien, estos tiempos de paz con que hemos sido bendecidos han evitado que puedas recibir más golpes y notes las consecuencias de tu ímpetu excesivo.

Chorotegaye intervino por primera vez en la conversación : Haré pues mi Viaje, tu TipoTaniye has de acompañarme. Meditaremos primero esta tarde para equilibrar nuestros espíritus. Sugiero Cacique que marche ya Avancari hacia Nandayure, con el grupo que ustedes decidan, y les ruego a ambos que mantengamos el espíritu de la movilización, que es mostrar los dientes, y no perseguir la presa. Creo que los huetares deben volver sanos y salvos a su tribu para que informen lo que han visto por acá.

El Cacique hizo un gesto con su mano izquierda y dijo : Así se hará.

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