20
Luna roja, sobre selva verde.
La luna tenía un tono rojizo esa noche. Resaltaba sobre las copas de los enormes almendros, que eran las fortalezas preferidas de las hermosas lapas.
Exhaustos por la tarde pasada bajo la tierra y por el más extraño Viaje que hasta ahora hubiesen hecho TipoTaniye y Tosteye se recuperaban con una infusión preparada por el Chamán.
TipoTaniye sentía que ya no era el mismo. Bajar y luego emerger de esa cueva le había cambiado. Sentía una aceptación de su Destino y estaba dispuesto a cumplirlo, casi ansioso. Ya no le temía, y además, por primera vez sentía que sí podría llevarlo a cabo llegado el momento. Tosteye por su parte, aunque sabía que de él no se esperaba tal responsabilidad, también había sido afectado fuertemente por la experiencia.
Pero en vez de entrar en un análisis o un reforzamiento de lo aprendido en la cueva, el Chamán empezó a contarles diversas anécdotas, y los muchachos adivinaron que quería que se relajaran. Habían superado una prueba y les esperaban otras más fuertes en el futuro.
El Chamán empezó a relatar historias tenebrosas, que eran las preferidas de TipoTaniye.
Les contó como en uno de sus Viajes había contactado al Chamán de un pueblo lejano. Su piel era negra como la noche, y recién adquiría su rango. No era mayor que ellos dos. Estaba un poco asustado ante la responsabilidad pues no había sido correctamente preparado, así que se mantenía en contacto con la Red y buscaba que los Viajeros le ayudaran a completar su educación. Todo Chamán gustaba mucho de la etapa en que formaba a sus acólitos, era parte de la vocación. TipoTaniye lo había constatado cuando algún niño, animado por la juventud del acólito le hacía preguntas directas sin el menor reparo. El disfrutaba explicando lo posible a los chicos.
El Chamán contó como dedicó entonces algunas horas de sus meditaciones y Viajes a compartir con el muchacho de piel negra. El dominio de diversas lenguas era una virtud de toda la tribu, pero igualmente el Chamán se admiraba de cómo a través de la red se superaba la barrera del lenguaje.
Contó como el acólito fue tomándole confianza y mostrándole como su maestro desapareció antes de terminar su instrucción y cómo su pueblo estaba aislado hasta que los efectos de la maldición que acaeció sobre ellos quedaran en el olvido. El antiguo Chamán era poderoso y al parecer dominaba muchas artes relacionados con el otro mundo cuya finalidad no era claro como beneficiaban a su tribu. En una historia que se repetía cíclicamente en diversos puntos, tanto Chamanes como Caciques a veces sucumbían a la fuerza de su propio poder que terminaba embriagándolos y se volvían a veces contra ellos mismos y contra su pueblo. El Chamán tenía ciertos sueños de grandeza que incluían la construcción de un templo de piedra, en forma de pirámide y que según él amplificaría el alcance y la importancia de ese punto de la Gran Red. Logró la ayuda del Cacique para acelerar la construcción pero el ritmo no era nunca el que él consideraba satisfactorio y se quejaba de que se iba a morir sin ver terminada su obra. El Chamán contaba con una fuerza laboral de sólo 3 hombres, que eran los que el pueblo podía permitirse sin descuidar demasiado las labores de supervivencia. Su lucha con el Cacique para obtener más mano de obra había llegado a un punto muerto.
De pronto súbitamente se empezaron a presentar varios sucesos extraños. Se dieron muertes extrañas dentro del poblado. Sin razón aparente perdieron 4 miembros. Al mismo tiempo el Chamán delimitó un nuevo cementerio, detrás de la zona de construcción, diciendo que una visión se lo había ordenado. Paralelamente el Chamán prohibió el ingreso de cualquiera a la zona de la obra durante la noche. Con amuletos macabros colgados en 4 puntos de se garantizaba que nadie osara entrar. Y extrañamente, la obra empezó a avanzar mucho más rápido.
Con la quinta muerte el Cacique enfrentó al Chamán y le pidió que se pusieran en comunicación con las fuerzas del otro mundo a fin de ahuyentar la mala suerte. Si era necesario, tendrían que mover el pueblo completo, dijo el Cacique. El Chamán insistía en que probablemente la mala suerte se debía a la poca colaboración con el templo. La lucha de poderes pareció terminar cuando quién apareció muerto fue el Cacique en sí. El acólito estaba confundido. Su maestro apenas le dedicaba tiempo y del tema de las muertes no hablaba. El hijo del Cacique aún inexperto se debatía entre alguna decisión impulsiva y el miedo. Tres lunas después de la muerte del Cacique y venciendo el miedo el acólito aliado con el nuevo Cacique entraron furtivamente a la construcción. El muchacho practicó un ritual para anular la fuerza del amuleto. Cuando lograron acercarse lo suficiente, lo que vieron les dejó perplejos y aterrorizados. Sentado en una banca, con una sonrisa demencial, el Chamán dirigía los trabajos de 5 obreros que ellos conocían. Los habían enterrado recientemente en el nuevo cementerio y ahora arrastraban los pies, vestidos con túnicas blancas, y seguían obedientemente las instrucciones. Sus ojos eran inexpresivos al igual que sus rostros y se movían de una forma antinatural, como animados por una fuerza similar a la vida, pero que no era la vida. Historias habían oído muchas al respecto, pero verlos ahí, a 20 metros de ellos, trabajando lenta pero constantemente era otra cuestión. Las hermosas ropas con las que fueron enterrados eran harapos. Habían adelgazado hasta un punto donde eran sólo piel y huesos, sin embargo algo les dotaba de una gran fuerza, pues sin esfuerzo alzaban rocas enormes. El pelo apelmazado y enmarañado caía desordenado sobre el rostro amarillento. Ojeras verduzcas bajo los inexpresivos ojos les terminaban de dar el aire más demacrado que pudiera imaginarse. Era como si hubieran avanzado hacia la muerte y allí en un punto al borde mismo, se hubiera detenido el proceso. Llamaban la atención sus manos huesudas, con la mayoría de las uñas rotas pero que de alguna forma tenían la habilidad suficiente para llevar a cabo las labores que se les exigían. Uno de ellos se había quebrado irreparablemente una pierna, y de la rodilla para abajo colgaba flácidamente, sin embargo se las arreglaba para seguir trabajando, sea arrastrándola o dando brincos con su pierna buena. De no haber sido por la situación sus movimientos hubiesen resultado cómicos. Sus almas ya no estaban ahí, eran esclavos brutos que sólo se movían a las órdenes del demente que les controlaba.
Así estuvieron durante una hora sobreponiéndose a la impresión y buscando un plan de acción. Finalmente decidieron que el Chamán debía ser detenido. El joven Cacique se armó de valor y blandiendo su lanza entró en el templo a medio construir ordenando al Chamán que liberara a los zombies de su maldición. El acólito le siguió y trató de razonar con su maestro. El viejo se levantó y les maldijo por entrar donde les estaba prohibido. Se acercaron a él y el joven Cacique apuntó su lanza a la cabeza del Chamán, que con ojos que echaban fuego hizo gestos frenéticos y ordenó a los zombies que atacaran a los muchachos. El joven Cacique trataba de rechazar a 2 de ellos , que se aferraban a su lanza y no se inmutaban por golpes o heridas provocadas por la misma. Los otros dos se lanzaron a acorralar al acólito que retrocedía sobre sus pasos hacia la salida, pero no quería dejar sólo a su compañero. Parecía que no había esperanzas, el joven Cacique fue despojado de su lanza y el acólito se imaginó horrorizado a sí mismo bajo la luz de la luna acarreando piedras para el viejo chiflado.
El acólito sentía ya el fétido olor de los dos que le habían acorralado, uno le sujetaba los brazos y el otro aferraba con una mano huesuda, que parecía una garra, su cuello. De pronto, ambos zombies se desplomaron como fardos inertes.
Después el joven cacique le contó como el que fuera su padre se acercó, supuso él para atacarle también. En sus ojos vacíos, advirtió él un atisbo del que fue su padre, que cambió su curso y se lanzó como movido por su antigua fuerza sobre el Chamán, que sorprendido no atinó a reaccionar. Dos manos aferraron su cuello y con fuerza sobrenatural lo quebraron dejando el cuerpo del Chamán sobre el suelo, con el cuello torcido en un ángulo anti-natural. Con un último vestigio de animación el antiguo cacique se volvió hacia su hijo y luego de verlo de pie, ileso, se desplomó.
Después de esta historia, hubieron de pedirle al Chamán que contara otras más, pues tanto TipoTaniye como Tosteye se sentían con pocas ganas de dormir.
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Amos de Esferas
Historical FictionEn los tiempos de la conquista española de la América Latina, una tribu centroamericana resulta ser un sitio más del gran entramado mundial de "lugares sagrados" , que fueron visitados en tiempos remotos por extraterrestres. Un acólito quién debe gu...