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El tiempo pareció detenerse para TipoTaniye.
TipoTaniye aspiró profundamente y el tiempo se detuvo.
Eran como mínimo 6 guerreros rodeándoles. Los ojos de TipoTaniye y Tosteye se econtraron...
Como si lo hubiesen practicado TipoTaniye se agachó sirviendo de banco humano y Tosteye ensayó una de sus patadas, el único movimiento marcial que realmente le gustaba practicar.
Tal vez los huetares no esperaban una reacción de este tipo de ellos. Probablemente les veían como monjes imperturbables y cuyas posibilidades de defensa residían en alguna maldición que pudieran lanzarles. No en este flexible joven volando sobre la espalda del otro para impactar de lleno el plexo solar de uno de sus guerreros. Este no se levantaría en un rato.
La pequeña confusión creada por la maniobra de Tosteye bastó para que, abierta una brecha en el cerco ambos jóvenes corrieran hacia donde jamás hubieran esperado los huetares; hacia la entrada de la cueva de la que recién salieron.
Repuestos los huetares se lanzaron en su persecución, y los arqueros lanzaron sus flechas certeras.
Recibió 2 de ellas Tosteye en las espaldas, TipoTaniye salió sin un rasguño del lanzamiento certero pues la flecha rebotó contra la piedra que cargaba en su costado.
Apenas entrando en la cueva Tosteye se desplomó. ¡ Sigue ! – dijo haciendo un evidente esfuerzo para no desmayarse. TipoTaniye sabía que su salvación estaba en lo profundo, apagó la antorcha y avanzó más adentro, la cueva protegería a los suyos.
Los pasos de los huetares se acercaban, en la prisa del la caza, no habían traido antorcha alguna y al pasar ante el cuerpo desplomado de Tosteye y avanzar unos pasos más los 5 restantes huetares vacilaron. El líder de la escuadra ordenó a uno de ellos tomar prisionero a Tosteye si es que vivía y siguieron 4 más en persecución de TipoTaniye. No llegaron muy lejos, al llegar a la tercera cámara un batir de alas empezó a crecer y crecer y a cernirse sobre sus cabezas. Todo era oscuridad, tropezaban en el piso irregular de la cueva, en las estalactitas, y unos contra otros …
El miedo se fue apoderando de ellos, millares de alas negras, cargando unas lucecillas rojas y salvajes, se abalanzaban sobre ellos, se cebaban en sus cuellos, en la parte posterior de las rodillas, en los muslos ….
Desde la entrada de la cueva, el vigía que permaneció atrás, alcanzó a oír el eco de los gritos de sus compañeros… no se sabría más de ellos nunca más….
Abandonando a su prisionero el huetar sobreviviente salió a la carrera de la cueva, encontró al rezagado con los ojos desorbitados y confundido aún. Tenía un par de costillas rotas , pero podía correr. Se marcharon esperando que la maldición no les alcanzara.
TipoTaniye pasó entre los cuerpos inertes de los huetares como en una macabra pesadilla. Las alas negras se apartaban de su paso y parecía como si le fabricaran un túnel que se cerraba sobre sí mismo una vez que se alejaba unos pasos….
Casi en la entrada de la cueva encontró el cuerpo de Tosteye.
Estaba muerto.
No hubo tiempo de despedirse. No hubo tiempo de agradecer al compañero la valentía, los consejos, la fidelidad…
No hubo tiempo, más que de cavar a toda prisa, envolverlo en su única túnica y despedirlo con un beso en la frente.
¿ Cómo fue amigo? – le preguntó TipoTaniye a último momento . ¿ Fue bueno ? ¿ Estás en paz ? ¿ Era esta tu misión ?, ¿ Me acompañarás ahora desde dónde ? ¿ Escucharé tu risa franca en el murmullo de alguna quebrada ?
Te gustaban tanto los niños – recordó TipoTaniye – y no pudiste tenerlos.
¿ Habrá esperanza para nuestra raza amigo ? – una lágrima bajo por la mejilla sucia de TipoTaniye …
La luna estaba muy alta cuando puso unas últimas rocas sobre el túmulo.
TipoTaniye quería dejarse caer ahí mismo, a la par de su amigo. Pero no podía. Tenía un destino que cumplir.
El canto de un pájaro nocturno le invitó a partir.
Era medianoche.
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Amos de Esferas
Ficción históricaEn los tiempos de la conquista española de la América Latina, una tribu centroamericana resulta ser un sitio más del gran entramado mundial de "lugares sagrados" , que fueron visitados en tiempos remotos por extraterrestres. Un acólito quién debe gu...