Capítulo 9. Un simple huérfano.

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“A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.” Goethe.

La luna brillaba alta e Itzamatul ya no fue más Itzamatul .

Alta e inalcanzable – para ellos – la luna brillaba tanto que no eran necesarias las antorchas. Y en una ceremonia de dos partes, fue Itzamatul adoptado por Chorotegaye y de paso, su nombre fue cambiado a TipoTaniye ( “ Elegido de TipoTani “ ).

Sobre una roca volcánica arrojada ahí por una fuerza indomable, quién sabe cuántos años antes, Chorotegaye dirigió la ceremonia.  Hicieron un corte en las muñecas de ambos y unieron su sangre. ¡ Padre e hijo, ahora son! – exclamó Chorotegaye, y el pueblo reunido respondió : “Lo son”. 

Chorotegaye le regaló un collar con un gran colmillo de jaguar. Labrado con infinito cuidado, con quién sabe qué técnica de infinita paciencia, aprovechando la forma del puntiagudo colmillo se podía apreciar una clara representación de la Gran Tiri erupcionando.

Ahora caminan en procesión corta al río. Itzamatul es sumergido en las aguas calientes, y cuando sale Chorotegaye proclama : Desde ahora este siervo de TipoTani será conocido como TipoTaniye. El pueblo responde : “Así será conocido”.

Ahora el anciano chamán no sólo era su mentor y maestro, era también su padre.

Más tarde esa misma noche empezó Chorotegaye a revelarle predicciones sobre él, sobre su pueblo , y sobre el mundo.

Un gran destino tienes – la voz de Chorotegaye era firme, a pesar de su edad.  Has sido elegido por TipoTani y debes guiar nuestro pueblo al Sur , y al Este, cuando llegue el momento.

Pero yo no sé guiar a nadie, siento que el Destino me ha guiado a mí, de un lado para otro – se quejó TipoTaniye.  La Madre Ngumuy Nequepio ha llamado primero a mi padre, y luego a mi madre. Los ha llamado jóvenes y te creo cuando me dices que si ella te llama pronto es prueba de que eres de su agrado.  Y yo debo cambiar una y otra vez. Ahora ya ni conservo el nombre que mi madre me dio. Y no sé si me gustan tantos cambios, oh Chorotegaye.

Tu padre ahora soy yo, y tu madre, la Gran Tiri. Y todo el pueblo tus hermanos ¿ No te basta ? – preguntó Chorotegaye. Estás siendo preparado, para cuando llegue la hora puedas guiar a los que quieran mantener vivo nuestro pueblo, porque lo que se acerca son años de tribulación.

Me basta. Y agradezco mucho que no haya quedado solo. – contestó TipoTaniye.  Su pueblo no le abandonaría de ninguna forma, y no faltaría comida, ni sitio para dormir, ni quién terminase de formarle en un oficio útil.  Contaba ya 12 años, para su pueblo estaba muy cerca de convertirse en hombre y unas manos extras y sanas serían bien recibidas en cualquier palenque. Pero TipoTaniye temía y a la vez vivía fascinado por las artes del otro mundo, y  por las historias de los Ancianos.  El rango y la posición de que gozaba un acólito eran altos. Y si llegaba a ser el chamán de su pueblo, prácticamente compartiría el poder con el Cacique.  Aunque esto no le interesaba mayormente a TipoTaniye, el poder en sí, el conocimiento sí le atraía y le apasionaba. Y entendía el honor que le era dado, aunque seguía sin entender que podía ver Chorotegaye tan especial en un simple huérfano.

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