Capítulo 16. El arquero.

29 2 0
                                    

16

“La amenaza es más fuerte que su ejecución” - Nímzovitch.

Fue rojo el amanecer. 

Rojo el reflejo entre las brumas de un río de lava que bajó por la Gran Tiri.

No lo pudieron ver Avancari y sus guerreros. Están muy lejos. Pero ellos también llevan el rojo. Lo llevan en la cara, en los pechos desnudos o forrados en chalecos de defensa. Llevan rojo y llevan negro. El rojo de la sangre y el negro de la muerte. Invocaban la sangre del enemigo, la muerte del enemigo.  Le metían miedo y se inyectaban valor a ellos mismos.  Los dibujos de Avancari eran singulares. En la frente se dibujo dientes, rojos, filosos y fuertes. Entonces cuando sonreía parecía que tenía dos bocas.  En las mejillas montañas negras.  En el pecho en rojo la montaña invertida, formando una extraña V que terminaba sobre su ombligo.

Un mensajero les alcanzó esa mañana con los informes de lo que “vio” el Chamán.  Los mensajeros viajan ligeros de carga y se han entrenado por generaciones para correr en la llanura. Es delgado, seco, pero muy fuerte.  Casi no come carne, dice que le basta con los vegetales y la energía del sol condensada en el maíz.

Con la información, su superioridad numérica y la decisión casi temeraria de Avancari, el plan está destinado al éxito.  Entres los guerreros más maduros el liderzago de Avancari no es tan exitoso, pero entre los jóvenes es casi un dios. Le seguirían gustosamente a la orilla del cráter de la Gran Tiri y se lanzarían al vacío si el liderara la marcha.

Llegados al poblado de Nandayure, Avancari organiza la batida rápidamente, y se enrumban desplegados en dos batallones.  El ha mezclado todos los guerreros a fin de demostrar al enemigo que pueden trabajar juntos.  Piensa que algo podrán aprender unos de otros.

De lejos los ven venir los huetares, que esa mañana han acampado en una colina. Vienen hacia ellos con decisión. Vienen bien armados. Son más y no vacilan, parece ser que supieran exactamente dónde ir.  Hay historias en su pueblo de que los chorotegas han hecho de ciertas aves sus espías. Que desde el aire pueden ver con los ojos de un gavilán sus ubicaciones y sus movimientos.

El huetar también es orgulloso y valiente. Están dispuestos a luchar. El jefe lo piensa unos minutos mientras mira como avanzan los dos escuadrones. Los cuenta, aprecia la decisión de sus pasos.  Llama a sus dos lugartenientes.

Vinimos a observar, no a la batalla directa – dice con un tono de decepción. Nuestras órdenes fueron claras, si notábamos una defensa fuerte de Nandayure debíamos regresar e informar.

Podemos enviar un mensajero – apunta uno de los guerreros.  Desde acá arriba podemos atacarlos con flechas.

Avancari avanza a la cabeza de uno de los escuadrones. Con el mandíbula tensa ordena mentalmente a los huetares : ¡ Quedaos a pelear ! ¡ Quedaos a pelear !.   Si tan solo su padre no le hubiera dado instrucciones precisas el los hubiera tomado por sorpresa y los habrían aplastado. Pero la idea era avanzar así, exhibiendo su ejército y haciendo esta “demostración de fuerza”. Ve los huetares inmóviles allá a la distancia, no han tomado una decisión. ¡ Quedaos a pelear ! – piensa .   Pero nota los movimientos, apagan el fuego, reúnen a toda carrera su carga y empiezan a correr.  Corren como malditos zorros asustados.

Poseído por la ira da la orden a gritos : ¡ Vamos por ellos, vamos por ellos, que escapan !.

Su escuadrón emprende la carrera, la orden del líder se obedece aunque contradiga lo que se había planeado antes.  Si se debe cuestionar es después, en ese momento el escuadrón es uno con el jefe.  El líder del segundo escuadrón lo duda unos segundos, pero finalmente, y con más alegría que pena ordena lo mismo : ¡ Paso veloz!

Los guerreros gritan. Sus gritos de guerra son terribles.  Llenan la llanura y en vez de reducir su fuerza para la carrera parecen impulsarlos.

Los últimos huetares miran atrás. Y lo que ven les produce pavor. Los chorotegas están más cerca de lo que parece, y avanzan a un ritmo frenético.  Ahora corren los huetares motivados por el miedo.  Una vez tomada la decisión de retirarse la derrota fue aceptada. Así que ahora quieren conservar al menos sus vidas, ya que su honor está irremediablemente lastimado.

Bajan de forma suicida la colina y siguen en desordenado tropel, volviendo por el camino que vinieron.  Dos o tres corren con rabia, hubieran deseado quedarse a pelear.

Los dos escuadrones chorotegas ascienden la colina a paso redoblado.  Esta fuerte subida es desgastante, cuando llegan arriba, resollando, Avancari con la cara enrojecida, puede ver como los huetares les han tomado mucha ventaja.

Esperan a que se una el segundo escuadrón. La subida ha bajado un poco la adrenalina de todos.  Avancari ha excedido las órdenes de su tío quizá un poco, pero aún no ha hecho nada que se le pueda censurar.    Sabe que su única posibilidad sería darles alcance antes de que entren en territorio huetar, de otra forma los invasores podrían tener refuerzos.  Además no conocen tan bien el terreno como quisieran.

Por una vez decide ser cauto. Ya llegará la época en que él sea el Cacique.  Pasa entonces a entonar gritos burlescos a los huetares, rápidamente se une un coro de sus guerreros. Les llaman cobardes y saben que ellos les entienden.  Usan su propia lengua. Ellos han aprendido algunas palabras de su idioma : sí, no, cobarde, ríndete, muerte, váyanse ...

Los huetares corren sin mirar atrás, les quema la rabia al oírse llamar cobardes. Uno de ellos se vuelve, y mira a la distancia desafiante a sus perseguidores.  Avancari coloca una flecha en su arco, rápido y preciso, apunta, estira hasta que el arco mismo se dobla y cruje. La flecha dibuja un arco amplio contra el celeste del cielo y se clava de pleno en el brazo derecho del perplejo enemigo.  La fuerza del golpe le hace poner una rodilla a tierra. La flecha ha dado apenas abajo del hombro izquierdo y  un hilo de sangre se escurre hacia abajo por el brazo. Dos huetares se percatan de lo sucedido y vuelven atrás por su compañero herido que no sale de su asombro. Escapan llevándolo casi a rastras corriendo ahora más rápido.  Se contarán historias sobre el alcance y la certeza del arco de Avancari.  El piensa que no es para tanto. Había apuntado al corazón …

Amos de EsferasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora