Capítulo 34 . Algo en el aire.

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Algo había en el aire esa noche.

Esa noche, llegaba el momento esperado por tantos años. Y había algo en el aire. Y TipoTaniye sabía que era la inminencia del momento más importante y difícil en su vida, y en la del pueblo de la Gran Tiri.

Dejo que Tosteye le acompañara a las laderas de la Gran Tiri y más allá, pero luego debía regresar y dejar que TipoTaniye pudiera pasar la noche meditando en aquel paraje salvaje.

Debía Tosteye también velar, a cierta distancia pues TipoTaniye había insistido en que necesitaba estar solo, y constatar una vez más lo que ya sabía, que la senda que había elegido era la única.

Subieron hasta el límite de la vegetación, más allá el suelo se convertía en arena y piedra que cedía bajo los pies. La vegetación era exuberante en las faldas de la montaña, y conforme se ascendía la misma iba dando paso a plantas más pequeñas y menos frondosas. Sobre el lomo de su Montaña Sagrada podían sentir los retumbos en sus pies.  La montaña continuaba muy activa, y se podía escuchar los sordos golpes de las piedras al bajar la ladera, no en la  cara de la montaña en que pensaban pernoctar, pero sí muy cerca.

Hay algo diferente en el aire – pensó para sí TipoTaniye – no hay paz en mi alma ahorita. Me siento como desdoblado, como cuando emprendo un Viaje y puedo ver nuestras cabezas allá abajo.  Tengo tanta responsabilidad sobre mí, algo que no he pedido, y ya no hay un Chorotegaye que me aconseje.  Debo combatir estos momentos de debilidad, o me perderé, y conmigo todo nuestro pueblo.

Caía la tarde, se sentaron alrededor de un fuego ceremonial que encendió Tosteye en pocos momentos, pues había traído brasas que eran mantenidas en el fuego que nunca se apaga (¿ realmente nunca, se preguntó Tosteye ? ). “Robado” directamente de rocas encendidas o de un pequeño camino de lava ardiente, era mantenido en la tipoya un fuego no se sabía hace cuánto tiempo.  Y en cuerno de venado transportaban las brasas ardientes a dónde era necesario.

En silencio bebieron una infusión relajante y TipoTaniye dirigió el previo de una meditación. Sentados con la espalda recta y golpeando con las plantas de los pies desnudas la tierra, entonaban un monótono cantar. Su mantra era acompañado de cuándo en cuándo por los retumbos de la Gran Tiri, que parecía responderles.

Finalmente se sintieron tranquilos y tras continuar un poco más, meditaron por más de una hora, conectándose con las almas de los padres, que deambulaban aún en la niebla allá en el Río Sagrado, y que jugueteaban entre el humo que botaba el enorme cráter, o acompañaban las piedras en sus carreras, o hacían camino junto a la lava ardiente que rebasaba los bordes de la boca de la montaña.

Cuando Tosteye abrió los ojos vio que TipoTaniye continuaba sumido en su trance, y tal como lo habían acordado, tomó unas pocas cosas y sin hacer ruido se alejó más de cien metros hacia abajo en la montaña, montaría guardia la noche entera, para que nadie importunara a su compañero.

Y allá arriba Tipotaniye seguía en contacto con el pasado y el futuro de su pueblo.  Y entonces vinieron las visiones …

Primero se vio a sí mismo de pie frente a la tipoya, en el centro del pueblo.  Estaba rodeado por su pueblo y a su lado estaba Avancari con una sonrisa. Le tomaba el brazo y lo levantaba junto al suyo. Ambas manos empuñaban un cuchillo de obsidiana.  La gente alrededor estallaba en vítores, frente a ellos podía distinguir a una radiante Nandayure….

Y entonces la que estallaba era la Gran Tiri ….y bajaban ríos de lava por sus laderas, y sobre esos ríos trepidaban las dos bestias de los españoles, un animal negro y otro blanco, las patas no se veían, se confundían con la lava, y eran cabalgados por espectros …

Pronto el pueblo entero era solo llamas y sentía claramente como su cuerpo se desintegraba y ahora era humo que ascendía … No lo veía pero sentía la presencia de Chorotegaye, y el viejo estaba triste…

De pronto, como si asistiera a una actuación de las que se ven en las festividades, todo volvió a empezar ante sus ojos. Pero ahora, se sacudió de la mano de Avancari y salió caminando del pueblo, muchos lo siguieron … se alejaron sin mirar atrás y parecía que caminaban interminables caminos de tierra …

Finalmente miró atrás y pudo ver como el grupo se mantenía casi completo, de pronto faltaba gente, pero de pronto aquí y allá surgían niños y niñas, con sus ropas tradicionales, la raza chorotega persistía…

Con los primeros colores del alba TipoTaniye finalmente se levantó de su tapete y estiró los brazos. Hizo su saludo matutino a la GranTiri, recogió rápidamente las pocas cosas que había llevado y bajó en busca del fiel Tosteye

Lo encontró bien abrigado y apoyado contra un árbol, habían encendido una hoguera que se había apagado hacía rato...

Vamos, lo que he visto sólo puede reafirmar mi decisión – le dijo TipoTaniye.

Tosteye no le contestó.

Dormía profundamente.

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