30
TipoTaniye estaba de pie en el centro del pueblo y el aire era pesado, como cuando la Gran Tiri había despedido demasiadas cenizas y debían cubrirse las bocas para respirar.
No había nada en el aire, pero era pesado y bajaba con dificultad cada vez que TipoTaniye inspiraba.
Miró hacia arriba y del Palenque Grande bajaba Chaska a toda carrera, otra vez con los relinchos, y golpeando sus costados con las manos, haciendo ruidos de galope.
Por la boca botaba espuma y miraba directamente a TipoTaniye, y en sus ojos había un fuego de odio.
TipoTaniye quería apartarse del camino, pero estaba como petrificado. Respiraba pesadamente y miraba como en cámara lenta el descenso veloz del loco del pueblo.
El cielo todo encapotado de nubes no dejaba ver la luna, pero extrañamente podía ver el más mínimo detalle del loco que bajaba hacia él con una mirada demencial pero que cualquiera otra que él le hubiese detectado.
El pueblo estaba extrañamente desierto, aunque arriba en el Palenque Grande le pareció percibir un ruido apagado como de golpes, y de pronto, no entendía cómo no lo notó antes, se dio cuenta que el techo del palenque ardía, enviando chispas y humo al cielo, y era el resplandor de ese fuego el que le permitía ver tan bien a Chaska, y era el resplandor de ese fuego el que daba un brillo extra a esos ojos inhumanos y furiosos.
Ya Chaska estaba a 20 metros y no disminuía su marcha, buscó TipoTaniye instintivamente algo con qué defenderse, pero sólo pudo tomar del suelo una piedra volcánica, y dudaba que con eso bastara…
Cuando volvió a alzar la mirada tras recoger la roca, lo que vio lo dejó sin aliento.
Ya no era Chaska quién se abalanzaba sobre él sino una bestia negra en cuatro patas. El sabía qué era, ya las había visto en sus Viajes, y la muerte les cabalgaba.
La bestia estaba ataviada con una silla de montar café, sobre una manta roja, que resaltaba en su lomo. Era fuerte y musculosa, más grande que una danta y llevaba algo en los cascos, algo metálico que resonaba sobre las piedrecillas del camino.
TipoTaniye sabía que debía apartarse del camino, la piedra que había juntado era ineficaz probablemente contra el enloquecido Chaska. Contra este animal era ridícula.
Pero seguía paralizado, tenía que moverse pero seguía paralizado. Aspiro hondo y sintió como se llenaban sus pulmones de aire viciado, casi podía respirar el olor a cuero mojado que exhalaba el bruto en su loca carrera. Aún así, y aunque tosiendo , consiguió pasar a la acción y se apartó hacia el cerco de la tipoya.
En lo alto del Palenque Grande podía escuchar aún los ruidos de batalla, aunque extrañamente no distinguía a ningún contendiente. Tampoco nadie más del pueblo parecía percatarse de la situación. Una sensación de irrealidad le asaltó.
La bestia negra había llegado por fin frente a él, se paró en sus patas traseras, rozándolo con los cascos al aire y emitiendo un relincho agudo y estentóreo que rasgó la noche.
Cuando se puso de nuevo sobre sus cuatro patas, la cabeza del animal estaba a dos palmos sobre la suya y ahora sí pudo sentir como su bufido le movía el cabello y un olor fétido se instalaba entre ellos. Levantó la mirada para enfrentar a la bestia, y entonces pudo ver que había un jinete.
Sobre la negra bestia, una figura blanca, como transparente, como difuminada blandía una espada y le miraba con una sonrisa de desprecio y de triunfo en la boca.
El viento movía las extrañas ropas que vestía , y lo único que no era blanco en ella, eran los ojos. Eran rojos, como el fuego más fuerte de la Gran Tiri. Como el fuego que ardía en la cima de la loma.
TipoTaniye sostuvo su mirada y se preparó para enfrentar cualquier cosa.
Y entonces, despertó sobresaltado.
Los latidos de su corazón desbocado parecían resonar en sus oídos.
Se levantó como pudo y salió a la oscura media noche del pueblo.
Arriba el Palenque Grande se distinguía iluminado por un par de antorchas, todo sereno.
Miró hacia los cuatro costados y volvió a entrar para tratar de dormir.
No muy lejos se debatía Chaska entre extraños sueños. Su mujer decidió despertarlo.
¿ Qué soñabas ? – preguntó preocupada.
Fue de lo más extraño – contestó Chaska. En mi sueño yo corría arriba y abajo del pueblo. Pero no era yo exactamente - continuó Chaska.
Era una gran bestia negra.
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Amos de Esferas
Fiction HistoriqueEn los tiempos de la conquista española de la América Latina, una tribu centroamericana resulta ser un sitio más del gran entramado mundial de "lugares sagrados" , que fueron visitados en tiempos remotos por extraterrestres. Un acólito quién debe gu...