Capítulo 26 . La cruz.

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Los truenos retumban con fuerza esa tarde.

Más fuerte que los retumbos de la Gran Tiri son los tambores de guerra allá arriba en el cielo.

Superada la sequía el pueblo entre el Lago y la Gran Tiri enfrenta ahora la furia de las aguas.

Sus bien planeadas callejas y palenques no dan abasto contra 10 días seguidos de “temporal”. Quebradas pequeñas son ahora ríos tempestuosos.  Los ríos salen de su cauce, dañan los campos de siembra, pudriendo la cosecha que ya casi estaba lista.

Una cabeza de agua sorprende a dos jóvenes que pescaban ( contradiciendo las órdenes del jefe de labores y del mismo Cacique ).  Nunca más se sabe de ellos.  TipoTaniye debe oficiar la ceremonia de paso al Otro Mundo sin sus cadáveres.  Serán alimento de los peces o llegarán al mar.

Las falencias de Avancari en temas de administración, comercio, y organización salen a la luz en esta crisis.  Acepta pocos consejos de sus colaboradores y menos aún de TipoTaniye.

La tribu sobrevive a duras penas y para cuando las lluvias empiezan a tener un patrón normal, hay mucho que reconstruir y muy pocas reservas de comida.

Han debido sacrificar casi todos los chanchos antes de tiempo.   Dejan sólo una pareja adulta y unos flacos lechones que han sobrevivido gracias a la leche de su madre.  Los cerdos cimarrones fueron domesticados años antes por la tribu, y, criados para complementar la dieta y para celebraciones especiales, en esta ocasión han evitado peores consecuencias para la tribu. 

Al octavo día consecutivo de lluevas torrenciales, Avancari insistió en sacrificar los cerdos restantes. Sólo la promesa de TipoTaniye de que lo peor del temporal había pasado, y el amanecer con algunos rayos de sol del noveno día evitó que terminara con los últimos descendientes de ganado porcino que se había mantenido con la tribu por generaciones.

Se analiza iniciar una cría de tepezcuintles, se sabe que en Nandayure se ha hecho con éxito, y se hacen planes para cazar una pareja viva apenas amaine la lluvia.  En un momento de lucidez Avancari, más para mantenerlos ocupados que otra cosa, envía una partida de caza, bajo la lluvia, a buscar tepezcuintles. No es para nada un buen momento para cazar, pero los hombres del grupo de casa, que no tienen tanta habilidad manual, ni realizan labores artesanales casi nunca,  agradecen salir del pueblo en vez de pasarse el día viendo llover.  La cacería no tiene éxito pero en el cauce del río encuentran un venado recién muerto. La crecida le habrá tomado desprevenido y la carne será bienvenida.

Chaska, había tenido frecuentes episodios de supuesta locura, asegurando a todos que este era ya el fin del mundo. Nuevamente alzó su voz :

! Ya están acá ¡ - y reía con una risa extraña, carente de humor, como de resignación - ¡ La sequía y luego la lluvia, y ahora : Ellos !

Apenas se habían aplacado sus arranques con el fin de la sequía, y ahora con las inundaciones llegó a un paroxismo que lograba impacientar a casi toda la tribu.

Muchos de la tribu acuden a TipoTaniye para conjure la mala suerte.  Él y Tosteye explican como en ciertos ciclos Ngumuy Nequepio debe reacomodarse, y de alguna forma el equilibrio se rompe, pero como toda crisis, termina por pasar. Sin embargo de todas formas prepararían ceremonias para rogar a Ngumuy Nequepio por la pacificación del ambiente.

Al fin ha dejado de llover.  Ojalá que vuelva la normalidad al clima, piensan todos, y se preparan para la ceremonia.

Por la noche se reúnen alrededor del fuego, allende el río, en las faldas de la Gran Tiri, que hasta más allá de la mitad está ahora cubierta de verdor.  Todos se purifican rápidamente en las aguas y saludan a su montaña.  Allá arriba responde una breve explosión que mancha de rojo la cúspide.  Baja un pequeño hilo rojo, como sangre.

TipoTaniye, asistido por Tosteye sube a la piedra ceremonial. Se han ataviado con las más sencillas prendas blancas. Se han pintado los símbolos sagrados de rojo, en la cara , y en los pechos desnudos.

TipoTaniye se dirige a todos : Acá a las faldas de nuestra Gran Tiri nos reunimos ante ti Gran Madre, la Dadora de toda la vida , Ngumuy Nequepio.  De las entrañas de tu montaña sagrada nos devuelves la sangre de nuestros antepasados y de los animales que has querido bendecir con la vida. Sabemos que tus manos está todo lo que fue, lo que es y lo que será.

Un rugido , unas chispas en lo alto, y algunas piedras rebotan con fuerza en el costado, y en el silencio retumban como espectrales saludos del Otro Mundo.   Es como si la Gran Tiri respondiera por la Madre a los respetos de su pueblo.

Agradecemos todas tus bendiciones, agradecemos incluso a ti Ngumuy Nequepio por los días tan secos, y por las lluvias que parecían no acabar. Te agradecemos tus pruebas y que hayamos podido superarlas. 

De nueva cuenta un retumbo, muy activa está la Gran Tiri allá arriba, y más que una ceremonia, pareciera un diálogo entre el Chamán y su pueblo , y la enorme montaña.

Tres escogidos, uno de ellos Avancari ponen en unas piedras, improvisado altar , tres regalos formando una figura de pirámide, una fruta de cacao ( cara ofrenda en momentos de necesidad ), la cornamenta de un venado y un guacalito pequeño lleno de sal.

Oh Madre acepta nuestras ofrendas y por favor aplaca ya tu furia y cólmanos de nuevo de bendiciones – ruega el Chamán.  De nuevo te pedimos que recibas los espíritus de nuestros hermanos que recién han partido.

Y por tercera vez arroja chispas allá arriba la Gran Tiri.

Reparten chicha de maíz, y al poco rato bailan alrededor del fuego, viejos, jóvenes, mujeres, niños …

Esa noche Chaska tuvo otro de sus episodios, fue corto, buscó las cáscaras de coco y luego corrió arriba y abajo del pueblo lanzando extraños relinchos. Cuando llega frente a la tipoya toma su postura normal, cierra los ojos y se agacha. Con la cáscara de coco traza un par de líneas, una más corta que la otra.

En la mañana despierta TipoTaniye temprano. Ha tenido pesadillas.  Ya es recurrente la pesadilla de su propio sacrificio en una cueva.  Tomando su infusión sale al frente de la tipoya y puede ver las marcas que hizo Chasaka.

Forman una cruz.

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