Capítulo 37 . Traición.

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El fuego en la hoguera y en los ojos de Avancari y su alma en el vacío.

Avancari sólo mira el vacío mientras monta guardia, y la hoguera dibuja sus llamas en sus ojos negros.

Aún no puede creer cómo todo se ha precipitado. Estos últimos días ha pensado mucho en su padre, y en cómo hubiese el manejado la crisis.

Sigue cuestionándose si fue correcto permitir a los jefes de familia elegir el exilio. No pensó que la mitad del pueblo tuviera tan poca esperanza.

Entra al palenque real, es una suerte que no se haya emparejado, piensa. No tuvo que preocuparse por el destino de su familia.  Los últimos días Avancari empezaba a adquirir una suerte de empatía que antes le fue ajena.

De espaldas a la ventana trasera él mismo se prepara un té para estar alerta. Sus asistentes montan guarda afuera y no les molestará por algo que puede hacer el mismo.

De espaldas, Avancari no ve una figura ágil y oscura que se desliza por la ventana. Nota un extraño sonido viniendo de la armería.  Es como si el crepitar de las llamas de su hoguera de vigilancia rebotara en un eco extraño contra el otro emplazamiento. 

La figura avanza lentamente hacia él. ¿ Cómo el invasor pudo llegar hasta el palenque sin ser visto?. Lleva una máscara de guerra negra que le cubre toda la cara. Se acerca hasta estar a centímetros de las espaldas anchas del jefe. Levanta un cuchillo de obsidiana. Vacila .

Avancari se vuelve y por un momento los 2 pares de ojos se encuentran. Avancari está petrificado. Él conoce esos ojos, ¡ aunque no con esa mirada ! . Finalmente el Cacique reacciona, lanza una patada que la figura esquiva ágilmente, corre hacia su arco que está apoyado contra la puerta, con su arma en la mano casi nadie tiene posibilidades contra él.

En ese momento hay un estallido de la armería. Suenan como huesos rotos, pero son estantes de madera que ceden finalmente al calor. En la armería hay fuego hace rato, sólo que hasta ahora se hace evidente. El aire de la noche se llena de gritos de aviso. Alguien le llama desde afuera.

Ya tiene sus manos en su arco, va por el carcaj con las flechas. Entonces lo siente. Una sensación que ya conoce, pero esta vez es más poderosa, y lo distrae por un momento. Algo muy afilado le ha cortado el tendón tras su tobillo derecho. Es sentir como un elemento extraño separa la delgada piel, y luego el tendón.  Un ardor y la sensación de la sangre tibia que empieza a manar de los extremos cortados. Ignora el dolor y toma su carcaj.  Entonces siente repetirse el proceso en su tobillo izquierdo.  Involuntariamente profiere una maldición.  Pero ya tiene una flecha colocada en el arco…

Se vuelve a tiempo para ver cómo la figura inicia el salto por la ventana en un rollo perfecto, una maniobra entrenada mil veces.  Su flecha es lanzada y pasa silvando apenas medio segundo después.

No hay tiempo para saborear la amarga traición, debe salir pues teme que la quema de la armería y el ataque a su palenque sean parte de algo más grande.

El único problema es que no puede caminar.

Avancari se arrastra entonces hacia la puerta y sale al frente de su Palenque.

La escena le toma por sorpresa. Del claro bajando la pequeña colina donde se ubica el Palenque sube un contingente de huetares lanzando flechas hacia su gente, que está ya sobre alerta e intenta agruparse para defender el palenque. Del río, por detrás del palenque se adivina la llegada de otro grupo de asalto.

Avancari arrastrándose lanza flechas como poseído, su puntería apenas desmejora desde esa posición, aunque su alcance no es el mismo.  Además se empieza a sentir un poco mareado.

Mientras se arrastra hacia unos troncos acostados cerca de la hoguera, que le servirán de trinchera deja dos hilos rojos sobre la tierra.

Una flecha huetar se clava en su hombro. Simultáneamente desde sus espaldas dos más muerden cada una la parte posterior de un muslo.

Así que esto era … piensa Avancari … así que TipoTaniye tenía razón.  Contra esta traición no había forma de defenderse.  ¿ Estará orgulloso mi tío ?  ¿ Podrá verlo todo desde una de esas nubes que cubren la luna ahora, o en forma de niebla ascenderá del río para ver mi caída y recibirme en el más allá ? 

Se voltea y sus dos flechas lanzadas en rápida sucesión dan cuenta de los dos huetares que le acaban de herir.   La confusión creada por la quema de la armería y su imposibilidad para organizar la defensa han hecho nula toda reacción. Sus hombres caen como moscas.

Una lanza silba en la noche y entra por su espalda. Avancari siente como si él fuese un tronco y un hacha enorme le hubiera rajado por la mitad …

Todo se vuelve borroso.  Está de pronto en ese mismo Palenque, pero su mano es pequeña y regordeta. Su madre la sostiene y le señala la Gran Tiri allá en la distancia mientras ven la primera explosión nocturna que puede recordar.

La lava que baja por la montaña le recuerda la sangre.

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