Capítulo 31 . Batalla.

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Aquella mañana el sol como que se negaba a salir.

El sol como que se negaba a salir, y tumbado en su camastro, TipoTaniye había despertado hacía rato. Nuevamente había palpitaciones y una sensación de desasosiego, y esta vez pensó que tenía que tener un motivo inminente.

Esta niebla persistente poco común en aquella zona rodeaba todo el poblado cuando se levantó y empezó a preparar su infusión.

En el extremo del pueblo Avancari también estaba despierto y se aprestaba a levantarse.

De los bordes de la vegetación cercanos al Palenque Grande, surgieron como sombras malignas los huetares, capitaneados por Hunzaua.  Esta misma estrategia la habían usado una vez, hace mucho tiempo, los chorotegas cuando invadieron Nandayure.

Empezaban a subir en camino en una triple hilera apretada. Sesenta hombres se aprestaban a tomar por asalto el poblado, y más atrás tras los árboles sobre sendos caballos, dos extranjeros blancos con sus mosquetes en ristre observaban toda la acción.

Oídos entrenados como los de Avancari no iban a ser tomados por sorpresa tan fácilmente. Cuando los primeros huetares llegan a unos diez metros de su palenque ya él ha salido por atrás y se ha encaramado silenciosamente al techo, con arco y flechas, e incluso ha subido su largo cuchillo de obsidiana.  Sin pensar, con la frialdad de siempre, dispara tres flechas en rápida sucesión y caen los tres primeros del grupo de asalto. No supieron ni que sucedió.

Al mismo tiempo de una estructura anexa al palenque surgen dos chorotegas más, y empiezan a lanzar también flechas.

Los huetares tienen rudimentarios escudos que crean alguna protección y responden a las flechas. Hunzaua  no quiere perder otra batalla contra los chorotegas y vocifera órdenes frenéticas.  De palenques cercanos surgen algunos chorotegas más y empiezan a atacar  también, desde lo alto de su palenque Avancari dicta órdenes, su idea es rodear a los invasores, y de pronto pareciera que ellos toman la iniciativa.

Empiezan a darse bajas en ambos bandos, los huetares toman posición en la estructura anexa, donde han matado a uno de los guerreros y hecho correr al otro.

En al aparente caos una suerte de reagrupación deja a 12 guerreros chorotegas en el Palenque Grande luchando contra más de 50 huetares.  En una lucha cuerpo a cuerpo estarían perdidos, pero con tiradores expertos – empezando con Avancari - y la ventaja de su protección la lucha queda en un punto muerto.   Algunos guerreros chorotegas tratan de llegar a unirse al grupo, pero son mantenidos a raya y aislados en la parte baja del pueblo.

Desde el centro del pueblo TipoTaniye mira la escena paralizado.  La espesa niebla se va disipando y del borde de la selva surge una bestia que el ya conoce. Un caballo negro enorme, y otro marrón han salido y desde la distancia puede ver como los hombres blancos apuntan sus palos de fuego contra el Palenque Principal.  Un ruido ensordecedor acompaña los primeros balazos que el pueblo ha escuchado nunca. De las bocas de los palos de fuego surge aún humo que se une a la neblina circundante.

TipoTaniye reacciona por fin y entra a traer el también su arco y flecha.  No será un guerrero experto, pero tampoco se quedará cruzado de brazos viendo como asaltan al Palenque Real.

Tosteye toma idéntica decisión y empiezan a subir la cuesta, junto con otros guerreros que continúan en su intento de unirse a los que repelen el ataque.

Mientras tanto Avancari ha visto como los disparos derriban a uno de sus hombres, uno, y el otro astilla una columna del palenque.  Toma una rápida decisión y su orden es transmitida en segundos a los 11 hombres que resisten en el palenque.

¡ Retirada !, ¡ Retirada ! – grita Avancari y todos salen por atrás y corren gritando, como despavoridos hacia la espesura del río. Muchos huetares, reaccionan con renovados bríos e ignoran a Hunzaua que les ordena seguir a los chorotegas en formación ordenada. Muy al contrario, al menos 20 de ellos corren blandiendo sus lanzas y dando gritos de guerra tras los que huyen río abajo. 

Los chorotegas han alcanzado la espesura del río y los 20 huetares exaltados les persiguen colina abajo.

Hunzaua reúne a los demás, y agrupados suben la colina, rodean el palenque y se enfilan también hacia el río, seguidos por los dos jinetes.  Mientras suben a paso rápido y ordenado escuchan algún fragor de batalla, como flechas silbando en el aire y como gritos ahogados.

Finalmente alcanzan la cumbre de la colina y lo que ven a sus pies les hela la sangre.

Avancari y sus hombres se han encaramado a los árboles del límite del río, son árboles que conocen, mil veces han subido a sus ramas, desde niños, y han escalado, recogido frutos y hasta jugado a la guerra en ellos.   Ahora desde esas ramas, los entrenados arcos chorotegas han barrido la desordenada turba huetar y si acaso sobreviven 5 de ellos, protegidos por rocas y escudos.  Los demás yacen manando sangre en distintas posiciones, algunos con hasta tres flechas clavadas.

En este lapso, TipoTaniye, Tosteye y otros guerreros que trataban de unirse al grupo, han adivinado fácilmente las intenciones de su Cacique. Él nunca iba a dar una orden de retirada como esa, simplemente era una de la tretas de su ágil mente guerrera. ¡Y vaya si funcionó!

Al abrigo de la vegetación se unen ellos dando un rodeo.  Ahora es la lucha un poco más pareja, contarán tal vez 20 hombres. 

La mirada de rabia en el rostro de Hunzaua, y de temor en casi la totalidad de los invasores sirve de acicate para Avancari. Es como un jaguar que ha olido el miedo.  Como si no temiera nada salta a tierra con varios hombres más y empiezan a lanzar flechas contra el enemigo.

Los jinetes miran con una mezcla de rabia y admiración como los tiros certeros siguen amenazando con diezmar aún más sus huestes y como una fácil victoria por sorpresa se empieza a convertir en una amarga pesadilla.  El joven Cacique allá abajo es como una máquina de guerra, ellos que alguna vez leyeron o escucharon las leyendas griegas, empiezan a verlo como una encarnación del mismo Aquiles.

Y de pronto, como si les hubiera leído la mente Avancari fija su mirada en ellos. Como paralizado, Pedro Pablo ve como los poderosos músculos se tensan y una flecha vuela sobre el campo de batalla, directamente hacia él.  Alcanza apenas a mover su cabeza y la flecha le rompe media oreja izquierda. De no haber reaccionado probablemente la tendría clavada en el ojo.  Por su parte, TipoTaniye , con el recuerdo aún presente de su pesadilla del caballo negro, apunta al que jinetea la bestia y en uno de los mejores tiros de su vida da de lleno en el pecho del jinete. La armadura la protege, pero el impacto casi le hace caer.

Ya Avancari ha lanzado otra flecha y esta ha dado justo sobre el hombro izquierdo del herido. Unos centímetros más y no hubiera vivido para contarlo. Flechas huetares zumban alrededor de Avancari que básicamente las ignora y se apresta a seguir lanzando.

Los jinentes han reaccionado por fin y han dado vuelta en redondo, poniendo pies en polvorosa.

Hunzaua percibe la huida de los jinetes, y una vez más, amargamente, tiene que dar la orden de retirada.  Grita sus órdenes y corre el mismo alejándose de la colina seguido por algunas flechas más y los gritos de victoria de los chorotegas.

A la cabeza de los que corren en desbandada, alejándose el poblado, va Pedro Pablo en su caballo marrón. Nunca se lo contará a nadie, pero cuando la flecha ha rebotado en el hombro de su armadura, causando una abolladura, le ha pasado algo que no le sucedió nunca antes en batalla.

Se ha orinado encima.

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