Capítulo 14 . Negrito.

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  “Luego brilló un rayo desde Logafiöll, y de él  salieron relámpagos;    luego aparecieron, en el campo del aire,    un grupo armado de Valkyrias:    sus cotas estaban rociadas con sangre,    y de sus lanzas relucieron rayos de luz.”  

 - Primer canto de Helgi Hundingsbane. Poesía nórdica antigua.

Fuertes y valientes.  Las mujeres chorotegas eran fuertes , valientes y hermosas.

El orgullo de los chorotegas era también sus hermosas mujeres.

La empezaron a llamar “princesa guerrera”, y mucho tuvo que ver con cierta vez en que unos espías se acercaron demasiado al pueblo de la Gran Tiri.

Nandayure y dos damas más se bañan a menudo en la poza río arriba, gustan de su mutua compañía y de bajar frescas al atardecer después de un día de trabajo o entrenamiento.

Les acompaña “Negrito”. Negrito es negro, pero no pequeñito. El gran perro mestizo fue un regalo de cachorro cuando Nandayure cumplió 8 años. Ahora ya es viejo pero sigue siendo un animal magnífico y su adoración por Nandayure es material de cuento.

El can también tenía especial afecto por TipoTaniye, que se lo había ganado con no poca dificultad y mucha paciencia.

Esa tarde las tres doncellas nadan desnudas en la poza, la piel morena empapada brillando al  sol, con ese brillo natural que sólo se tiene a esa edad, esos años de plenitud cuando ya hace rato se dejó de ser niño, pero la edad aún no ha reclamado ningún efecto. No notan como Negrito se pone alerta, las orejas hacia atrás, la cola en alto, la nariz escrutando.  Guerreros huetares en viaje de exploración se cansan de observar a las muchachas y bajan con no muy buenas intenciones. Van armados con lanzas, y son tres.

Algo hizo que Nandayure se vuelva a tiempo para ver como los tres hombres salen al claro de la poza y las miran con lascivo descaro.  En segundos evalúo los penachos de plumas, las lanzas, la actitud hostil. Ella no piensa mucho. Un guerrero actúa cuando la situación lo requiere, y después, tal vez, piensa.

Lo mismo uno de sus amigas, se agachan casi al unísono como si quisieran resguardar su pudor. Dos hombres ya entran en el agua, esgrimiendo sus lanzas.  Dos piedras redondas del río, tomadas del fondo dan con fuerza contra la frente de uno y contra el pecho de otro. Negrito salta sobre el tercero que aún no reacciona.

Nandayure se mueve rápido, entre sus ropas está su cuchillo de obsidiana, como una exhalación ella lo toma y se lanza sobre el único que sigue en pie, y tratando de reponerse al dolor del pecho la amenaza con la lanza. Con un movimiento aprendido y practicado muchas veces le toma tres segundos a la muchacha desviar la lanza con el hombro y hundir el cuchillo por el mismo camino que preparó la piedra.   A Nandayure le brillan los ojos, su mueca es fiera y brilla también la roja sangre del infortunado que se ha cruzado en su camino.

El tercer hombre corre con Negrito prendido a sus tobillos.  A una orden de Nandayure : “Vuelve!” , el can para su carrera y regresa decepcionado.  La muchacha quiere que el derrotado cuente su historia, los mordiscos de Negrito le dejarán cicatrices un buen tiempo.

Queda el que recibió la piedra en la frente, está inconsciente, pero no muerto.  Ya decidirá el Cacique qué hacer con el espía.

Cuando regresan al pueblo con el hombre maniatado, TipoTaniye se pregunta si podrá alguna vez estar a la altura de esta mujer, y Avancari olvida por un momento los desprecios de Nandayure, la mira con orgullo de hermano y se ríe para sí mismo del justo destino que han tenido los invasores.

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