Amos de Esferas

Capítulo 17. Sueños.

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“El ser débil de cuerpo pero dotado de inteligencia poseerá desde ahora, gracias al fuego, el medio de defenderse contra el frío, de cocer los alimentos, de iluminarse durante la noche, de fabricar buenas armas para su defensa e instrumentos para cultivar las artes y dar un atractivo a su frágil existencia.”  – Mito de Prometeo

 

Por el Este salió el Sol y ellos estaban listos para observarlo surgir.

Salió el Sol temprano esa mañana, y el milagro de cada mañana volvió a asombrarlos.

Tipotaniye y Tosteye estaban especialmente interesados en el comportamiento del Sol y de la luna tras sus últimas experiencias.  Quedaba claro ahora para ellos que el Sol venía a ser un mundo en llamas, la Luna un mundo pálido, y el suyo, un mundo … verde ?

La plataforma de observación estaba a pocos metros de la tipoya, y terminadas sus plegarias de la mañana se enrumbaron a buscar su primera comida.

Xihuaní e Iktan, que estaban asignados a las porquerizas esos días, iban camino a sustituir al que había cuidado el lugar de noche.  Los coyotes eran siempre una molestia además de otros depredadores, especialmente en presencia de cerdas preñadas o lechones.  Y la Madre había sido pródiga, había en ese momento 8 lechones que cuidar.

Al cruzarse con ellos en la tipoya y saludarse, TipoTaniye quiso saber dónde creían que podría localizar a Tayel, ya que necesitaba negociar con él carne seca para la visita a la Caverna Sagrada que estaba planificando Chorotegaye.

En la organización del pueblo había bienes comunes, que eran básicamente los necesarios para la supervivencia, y se reconocían también bienes privados o institucionales.

Agua, maíz, carne en general, incluidos los cerdos que se sacrificaban en los momentos oportunos ( cuando escaseaba la cacería , o para ciertas ceremonias ) , eran bienes de la comunidad. 

Artesanías, algunas armas, ropas, y los incipientes conceptos de servicios eran intercambiados, e incluso había un concepto básico de “moneda”, como lo era el cacao, fruta valiosa y casi sagrada para ellos, y cuyo uso como elemento de trueque se había extendido por todo el imperio. La cacería que realizaba una partida en particular, era entregada parcialmente a la comunidad, y los cazadores tenían derecho a algunas de las mejores partes, y eventualmente pieles y cuernos.   Dado que recientemente había salido Tayel de cacería, podría tener carne seca para intercambiar.

Pasa que Tayel ha de estar donde la Curandera – respondió Iktan- porque los días de mucha lluvia tiene algunos dolores en sus huesos, y en la última cacería además se ha lastimado un tobillo, así que creo que hoy finalmente decidió no dar largas e ir por allá.

La Curandera del pueblo era Antawara y era temida, respetada y querida a la vez. Tantas vidas había salvado con sus habilidades, tanto esfuerzo había puesto siempre, no había lluvia, calor, frío o vigilia que la detuvieran si tenía que velar por la salud de su pueblo. TipoTaniye hacía tiempo había pasado del miedo al respeto en su actitud hacia ella, y Antaware por su parte, al verlo avanzar en su instrucción y poco a poco apreciar como tras de los ojos del muchacho se iba formando ese misticismo propio de los chamanes, también pasaba de la indiferencia al respeto. Pronto formarían equipo, ya que Antawara era joven aún y TipoTaniye sería el que asumiría el rol del Chamán.

Tayel, incansable en el trabajo,  valiente y letal en la caza y en la guerra, temía sin embargo al otro mundo y temía a las medicinas y las curanderas.  Pero también sabía cuando no podía alargarse más la decisión de visitar a Antawara.

Decidieron entonces visitar el palenque de artesanías para dar un rato antes de visitar a Tayel, y aprovecharlo aprovisionándose con nuevas pieles tratadas para armar su tienda de viaje. La visita a la Cueva Sagrada podía hacerse en una luna, ida y vuelta, pero les iba a tomar dos o tres, ya que pernoctarían una noche como mínimo en el lugar.