Capítulo 27 . El diablo blanco.

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“…un príncipe que tenga una ciudad fuerte y que no sea odiado por su pueblo no puede ser atacado…”

- Maquiavelo

Ngumuy Nequepio ha encontrado de nuevo su equilibrio.

La Madre tierra se equilibró y el calor volvió en las tardes y la brisa agradable por las noches.

Muchas lunas han pasado y al Cacique le ha seguido su esposa al Otro Mundo. Ni la curandera ni el Chamán han podido hacer nada por ella.  Nandayure tampoco, y es como si en un solo año ella hubiera vivido 3 o 4. Parece haber superado las ausencias, pero también se adivina una decisión, un sutil cambio en su forma de ser que sólo TipoTaniye advierte, aunque nos sabe a qué atribuirlo.

Recuerda cómo tantas veces cuando crecían encontró a la princesa de 10,11, 12 años, en lo alto de una loma que domina el río abajo, y la Gran Tiri allá de frente. Sentada bajo la sombra de un enorme árbol, o a veces subida en sus ramas bajas, la chica mira siempre hacia el horizonte, siempre hacia la misma dirección, y en sus ojos hay una melancolía que contagia a TipoTaniye.  En esa dirección está el pueblo de Nandayure, aunque TipoTaniye no lo adivina. El suele llegar y esperar a ser notado por la chica, y ella, como regresando de un viaje, suele recibir bien la compañía.  Así ha sido esa tarde fresca de diciembre, ahora son hombre y mujer, juntos ven el sol ponerse tras las montañas y a pesar del ánimo un poco sombrío, TipoTaniye piensa que los mejores ratos de su vida los ha pasado bajo ese árbol.

¿ Sigues pensando que se acercan momentos decisivos? – pregunta la muchacha en un momento.

Si creyera que lograra algo, me pondría los cocos en los pies y correría arriba y abajo por el pueblo junto con Chaska –contesta TipoTaniye. Pero parece que la tribu piensa que si ignora los malos augurios estos no se materializarán.

Yo te creo – susurra Nandayure.

Lo sé, y ya dejé atrás la época en que prefería negar las señales.  He de jugar mi papel en el juego que el Destino ha escogido para mí, no puedo evitarlo. Al sur, el diablo blanco teje sus planes para conquistar al imperio inca y pronto llegará el turno del nuestro.  ¿ Vendrás conmigo cuando llegue el momento?– pregunta TipoTaniye.

¿ Y a dónde es que iríamos? – quiere saber Nandayure. ¿ Es de veras escapar la única solución que nos queda ?

El camino que hemos de seguir me será revelado cuando llegue el momento, al menos eso fue lo que me dijo Chorotegaye – contesta TipoTaniye mientras sus ojos parecen mirar hacia adentro, como evocando las muchas veces en que el viejo le habló de la llegada de estos aciagos tiempos.

Muchos querrán quedarse con Avancari y pelear, tú los sabes, ¿ verdad? – la muchacha toca un tema que habían hablado muchas veces.

Lo sé – dice TipoTaniye. No podré obligar a nadie a venir conmigo. Tú misma no me has contestado si vendrás ….

Es que no lo sé – Nandayure elude la mirada de TipoTaniye – no me enseñaron a huir de mis batallas …

Tú sabés lo que yo … - TipoTaniye se interrumpe, si Nandayure se quería quedar a luchar, sería porque era su Destino. Tú sabes que llegado el momento tendré que cumplir mi Destino, ¡ y no será por cobardía Nandayure !

Lo sé – dice la chica.  Tal vez mi Destino sea quedarme acá, donde ya me trajo una vez por la sangre también.

TipoTaniye la conoce muy bien y adivina algo extraño en su mirada, la manera en que evita mirarlo directamente.  Como tantas otras veces se pregunta si Nandayure ama realmente a Avancari.  Él es ahora el Chamán, está muy lejos de cualquier inseguridad, en casi todos los temas, pero en lo referente a la muchacha sus emociones suelen dominarlo.

Justo al día siguiente él y Tosteye planean realizar un Viaje.  Tosteye está a las puertas de ser ordenado. La próxima actividad importante al Norte será el momento de que se convierta a su vez en Chamán.

Con la piedra bajo sus manos emprenden el vuelo, se transportan por sobre ríos y montañas, alcanzan a ver las miles de olas que dan forma a los mares.  Pasan rozando cumbres nevadas, que relumbran en su blancura en respuesta al sol. 

Ese mismo Sol que parece haber abandonado a su pueblo. Los incas, confundidos por las mil argucias del diablo blanco empiezan a ver cómo su imperio de derrumba.   Monasterios dedicados a Inty, y hasta ciudades enteras fueron abandonadas.

Sus chamanes comunican a TipoTaniye y Tosteye cómo han advertido a sus líderes desde que la primera bota del diablo blanco pisó las costas del Perú.  Pero esos primeros tiempos de vacilación han permitido al diablo blanco unir a los enemigos de los incas en su contra. 

Sobre los huesos de otros pueblos han levantado los incas su Imperio, y los pueblos dominados ahora escuchan como el diablo blanco les promete su venganza.  No está en la naturaleza de las tribus hermanas erradicar las tribus conquistadas. Tratan siempre de asimilarlas a su cultura, convertirlos en adoradores de Inty para gloria suya y de los conquistados. Pero los focos de resistencia persisten, los derrotados recuerdan sus batallas perdidas, y su vieja gloria, y sus amigos, hermanos, esposos muertos.  Y ahora les prometen venganza.  Guiados por puñados de diablos blancos se lanzan frenéticos a reconquistar sus viejos pueblos.  El palo de fuego del diablo blanco les infunde confianza.  El diablo blanco montado en su bestia puede hacerse cargo de muchos guerreros incas.

TipoTaniye y Tosteye quieren ver la cara de su enemigo. Quieren ver el rostro de la maldición que acabará con su mundo.  Vuelan hasta un campamento en las afueras de Cusco (¿ tan cerca? ).   En un cercado un puñado de bestias, enormes, blancas, negras, manchadas. Y en las tiendas de guerra unos hombres, hombres como ellos, con la piel pálida y la codicia en los ojos claros. En sus banderas un símbolo que TipoTaniye conoce.  Son dos líneas cruzadas.

Igualitas a las que ahora dibuja Chasca.

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