🔮Capítulo 30🔮

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Dos semanas después.

Drakon:  

Mis dedos se mueven por sí solos, al deslizarse por su mejilla. Suaves suspiros salen de sus labios entreabiertos, y en estos momentos puedo respirar con tranquilidad, al sentirla a mi lado. Amanecer con ella en mi pecho, es la sensación más maravillosa que he podido sentir en toda mi vida.

Por eso, a pesar de que los días han pasado con bastante normalidad, he tenido que ir frecuentemente al averno ignorando los llamados de Lucifer, para intentar arreglar el asunto que me oprime el pecho relacionado directamente con Lilith, sin que él se entere.

Estaría muerto si se llegara a enterar, y si eso pasara, ya nadie podría proteger a Mor.

Ella y yo, creamos y practicamos nuestro lenguaje, en donde ella me miraba y yo ya sabía lo que quería, o lo que pensaba y le respondía con un leve movimiento de cabeza o un asentimiento, lo mismo hacía conmigo. Cada tarde íbamos al acantilado, y conversábamos de las mínimas cosas de la vida o la naturaleza o de lo que fuera, porque ese lugar se había convertido en nuestro espacio personal.

Mis sentidos se pusieron alerta cuando volvimos al instituto después de la muerte de Phillips, porque Alice ya no era la misma, se había alejado de Mor, ya no saludaba a nadie, y le costaba hasta caminar.

Pero claramente no sé dejaba ayudar.

Morrigan intento insistir, pero tanto era la interferencia de Alec, que cada vez que Mor intentaba hablar, él la hacía callar, y ahí explotaba la bomba cuando yo la defendía, porque si había una cosa que yo no le iba a aguantar a nadie:

Era que se metieran con mi novia.

Por lo tanto cada vez que Alec iba a dejar a Alice al instituto, yo me aseguraba de bajarle los humos si miraba mal a Mor, cosa que provocó que varias veces nos fuéramos casi a los golpes.

Pero la última semana, Alice no comenzó a ir, faltaba cada vez que quería, y solo se preocupaba de que él estuviera cerca. Su palidez cada vez se hacía más presente, y su deshidratación igual.

Y esa misma semana fui al funeral de Phillips, estuve escondido en mi forma demoníaca, y observé a todos, a cada uno de los presentes. Estaba John, y los padres de Mor. Y el rubio lloraba en silencio abrazado de quien supuse que era la madre del muerto. Dagna también lloraba, pero Volker...

Volker se mantuvo serio todo lo que duró el entierro, pero su mirada a pesar de que era fría, tenía algo extraño, algo distinto.

Y pronto descubrí, que él extrañaba a su hija, era lo único que le preocupaba, y preferí irme, porque no tenía nada que hacer ahí, aparte de que no soportaba los llantos de algunos amigos del muerto.

Era fastidioso.

Pero eso no fue solo lo que cambio en los días que pasaron. Sino mis ganas de tenerla y de sentirla de otra forma.

En simples palabras, un deseo arrasador comenzó a crecer en mí por ella.

Fantaseaba por momentos con estar con ella de otra forma. Y ese pensamiento me gustaba.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora