🔮Capítulo 43🔮

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Una hora antes en el Mundo de Adán.

Drakon:

Mis botas hacen sonar la tierra con un sonido seco, terrorífico, anunciando lo que iba a suceder. Una certeza clara era que aunque todo se viera horrible y dará un jodido miedo, no había oportunidad para detenerse y dar marcha atrás.

Y seguía dando la pelea, a pesar de que hoy tampoco me sentí bien. Y mañana tampoco lo haré.

No sin ella.

— ¡Es el gene...!

El ángel que chilló, cierra la boca con la simple daga que le entierro en el centro de la garganta. Sus soldados retroceden más que asustados cuando bajo la hoja abriendo la carne de su cuello pasando por sobre el hueso de su pared torácica.

Y de repente siete flechas al compás se clavan en los corazones de los siete soldados que se paralizan al verme, y sobre todo, al ver quién está detrás de mí.

— Siempre me ha parecido curioso el arte de la flecha.

— Que no se note que es tu arma de combate.

Lanzo uno de mi cuchillos al ver a un mocoso de ángel detrás de Lucifer, blandiendo su espada con las manos hechas mantequilla.

Y bium.

El cuchillo se clava en su frente.

— Pero Drakon, que asco —Lucifer hace una mueca al ver su elegante traje de combate ensuciado en sus pantorrillas por la sangre de ese mocoso—. Repugnante.

— Tírate al suelo a llorar ahora, por favor.

— Tengo una ballesta en mi mano, arma por la cual mi personalidad y fuerza se caracterizan —levanta una ceja remarcando esos ojos celestes casi azules, pero tan viejos como el universo entero—, ¿seguro que quieres molestarme precisamente en este momento?

— Mejor me quedo callado — mascullo.

Me guiña un ojo.

— Buena elección.

Evito rodar los ojos al cielo, antes de que Calem, Katriel, Morrigan, Azrael y Laney aterricen en el Bosque Negro, mismo bosque que se extiende alrededor de mi hogar y de casi todo el borde costero londinense.

Calem nos mira con el ceño fruncido antes de abrir los ojos excesivamente  al ver el desastre de sangre por todo el suelo. Morrigan niega con la cabeza y resopla, alejándose un poco, cuando Lucifer pestañeo y se gira lentamente hacia ellos.

— ¿Y ustedes qué demonios hacen aquí?

— Pensamos que necesitarían ayuda.

— ¿Nosotros? ¿Te refieres a que Drakon y yo necesitamos ayuda? —Lucifer arruga sus cejas hacia Az—. Estás demente, ¿verdad?

— No siempre serán los mejores guerreros que han pisado la tierra — afirma Morrigan.

— Pero, aun así, está claro que, teniéndote aquí, no es más que un estorbo, Morrigan — le digo de una forma iracunda.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora