🔮Capítulo 40🔮

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1 día antes del despertar de Elaine.

Drakon:

Suelto una maldición al ver las salvaguardas tan alzadas, privando el rastreo de cualquier cosa fuera de este mundo. Estrujo mis dientes de lo fuerte que los aprieto, y continuo mi camino por el Bosque de Hierro alrededor de toda la ciudad, protegiendo a los ciudadanos después de las salvaguardas de las Montañas Violetas.

El pecho se me resiente a medida que camino. Han pasado más de cuatro meses desde la ida de Elaine, en el cálculo de tiempo del Mundo de la Noche, y ha pasado más de un mes en el Mundo de Adán.

Aunque no importaba en realidad, porque los dos tiempos dolían por igual.

Incluso sé que estoy mal. Pero suena; o sea ni siquiera sé cómo suena, porque no me escucho a mí mismo, sino que escucho algo más temeroso y doloroso dentro de mí, algo tan horrible que ni siquiera lo pude sentir o escuchar con la muerte de mis papás. Y las cosas empeoran, dejándome sin ganas de existir.

Quiero, y sé que necesito hablar con alguien, pero no alguien corriente, yo necesito hablar con Elaine. Aunque no me salen las palabras, ni siquiera para mí mismo, acerca de lo que estoy sintiendo, entonces no tengo ni idea de lo que le diría.

Y cuando me miro a mí mismo, veo un ser jodidamente y extremadamente roto. Hecho trizas. Y desearía que nada de eso se reflejara en mí, pero mi rostro, mi cuerpo y sobre todo mi alma; lo gritan.

No he querido darle explicaciones a nadie, aunque sé que todos, cada vez que me miran, esperan que diga algo acerca de lo que pasó, pero la verdad es que ni yo mismo sé lo que pasó. Aunque, de verdad me gustaría que alguien me viera a mí, y no a la metedura de pata que cometí, y me intentará ayudar, pero eso no cambiaría nada, porque una cosa es estar vulnerable y otra muy distinta es dejar que me echen todo lo que ha pasado en cara, y si me dejo ayudar, es lo único que se dedicarían a hacer. Y para destrozarme, estoy yo y mis pensamientos autodestructivos solos.

Y eso basta y sobra para el mundo.

De todas formas, últimamente de verdad necesito llorar, pero no me salen las malditas lágrimas, y dentro de mí sé que no quiero que salgan, porque también sé que voy a explotar de nuevo, y no quiero lastimar a alguien como lo hice la última vez.

Asimismo, odio admitir, aunque sea solo para mí, que estoy empeorando cada día más, porque estoy a punto de caer al abismo, aunque yo nunca he caído, cosa que tampoco me puedo dar el lujo de hacer. No obstante, todo esto no es porque quiera ser más fuerte que los demás, sino que; yo no puedo caer, en vista de que nadie me va a poder levantar, y yo no soy capaz de levantarme solo.

Y esto deja en claro que no puedo hacer nada por mí, y a la vez lo puedo hacer todo.

Contemplo mi traje de combate cubierto de sangre por el entrenamiento de mi tropa, y sinceramente no se si esa sangre es mía o de alguien más.

Igual me da lo mismo.

Acelero el paso por el bosque, ignorando el frio infernal que hace por estos lados, y la neblina que dificulta la vista. Este es el peor invierno que ha azotado la Ciudad, desde que yo estoy vivo.

Aun así, sé que puedo encontrar el camino a cada punto y a cada piedra de este lugar con los ojos cerrados.

— ¿Dando pena tan temprano?

La calma se me va en cosa de segundos.

— ¿Qué quieres ahora?

— Venia a preguntarte si has visto a mi hermano por aquí o en la ciudad.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora