🔮Capítulo 4🔮

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Ella:

Mi existencia siempre había sido juzgada por los demás, siempre me sentí rota y no solo por el hecho de tener un jodido don de mierda dañino, porque eso era lo que verdaderamente me molestaba del poder que recorre diariamente mi circuito sanguíneo: El daño que deja en los demás.

Todo eso dio repercusiones, y llego al punto en el que yo me encerré en mi burbuja, y me convertí en una persona reacia con el mundo, cosa por la cual no era aceptada por nadie. Porque a pesar de que era estúpido, cuando era pequeña, sentía la necesidad de encajar, al sentir como la oscuridad me perseguía y vivía dentro de mí. Pero con el paso de los años, descubrí que no encajar, era lo mejor, y que esa oscuridad era lo único que me hacía sentir viva.

Cuando fui creciendo, me gané el odio de las niñas que estudiaban conmigo, sea donde sea, ellas me odiaban, y la única excepción de la ecuación, era Alice. A veces me sentía excluida en el mundo femenino, por llamar innecesariamente y sin intentarlo, la atención de los niños o a veces de los hombres en sí. Otra de las razones por la que siempre fui excluida era porque mi rendimiento académico siempre había sido muy alto: Y esa siempre había sido mi meta personal.

A pesar de todo, esas razones, eran muy ridículas y muy adolescentes, para el estilo de vida que yo llevaba. Sufrí por años la burla de los demás y cuando intentaba refugiarme en los brazos de mi madre, ella me rechazaba porque su atención siempre estuvo en: Megan. Pero yo a mi hermana, jamás le tuve envidia, todo lo contrario, yo lo único que hice fue darle y quererla con todo lo que tenía, aunque no lo creyeran los demás, porque si de una cosa estaba segura en esta perra vida, era que yo hubiera dado todo para salvar a Megan de ese monstruo y haber tomado yo su lugar. Y por eso, la culpa me estaba comiendo viva.

Las cosas a veces eran complicadas, porque Megan se llevaba la atención de mamá, y mi hermano mayor intentaba sorprender a mi papá como fuera, dejándome completamente excluida y sola, prácticamente en el rincón más oscuro y menos importante de sus vidas. Y a pesar de todo, yo lo comprendía.

Porque mi hermana necesitaba la atención de mi madre, y yo no. Pero mi hermano necesitaba a mi papá, para poder coexistir, y probablemente yo también, porque más que atención, yo solo necesitaba la aprobación de mi padre.

Era por lo único que a veces respiraba.

Pero en sí, mi vida siempre había sido jodida, consumida en tristeza, y desaprobación, aparte de que mi autoestima estaba literalmente esparcida por el suelo. Y creo que eso me hizo ser característicamente una completa perra.

Con el pasar del tiempo la gente que me conocía, —que no era poca, porque mi carácter y mi personalidad de los mil demonios se grababa en los demás. Por lo cual era imposible que me olvidaran—, absolutamente todos ellos, cada vez se sorprendían más de como yo podía llegar a ser de fría, porque si había dos cosas que me identificaban a la perfección eran: La frialdad y un carácter imponente y temible.

Con el paso del tiempo aprendí a dominar mis sentimientos, y comencé a describirme en la sociedad con tres palabras: Fría, hiriente y cruel.

Y no me sentía orgullosa de lo que era, pero el tiempo me convirtió en esto. Porque era fuerte con los demás, pero cuando llega la noche, donde solo estoy yo y mi almohada.

Ya no lo soy más...

Porque en ese momento no soy más que una basura inservible.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora