🔮Capítulo 9🔮

81 18 33
                                    


🍃
🔮
🍃

Ella:

Para mí, siempre fue demasiado difícil recibir alguna emoción por cosas simples de la vida. Siempre viví en abundante tristeza y no solo por todas las cosas que viví o toda la gente que logre que se suicidara, sino por todas las personas que perdí en mi vida.

El abandono de mis padres.

La violencia de John.

La muerte de mi hermana.

Los peligros de mi vida al esconderme de él.

Mi drogadicción.

La falta de cariño.

Y prácticamente los juicios y abusos de la propia sociedad en la que vivía, que consumían de a poco.

El beso de Drakon está lleno de emociones que me revuelven el estómago. Porque hace mucho que no sentía tanto, por algo tan poco.

Las palabras de la Morrigan real, me hacen recapacitar, no puedo hacerle esto siendo que ella siempre me ha ayudado. Eso es lo que a veces creo.

No puedo seguir esto.

No por ahora.

Separo gentilmente y con toda la fuerza de voluntad de mi sistema; a Drakon. Sus ojos brillan y eso en cierta forma hace que mi corazón lata a una frecuencia preocupante.

Como lo dice el monitor de mi pulso.

Drakon sonríe con arrogancia, siguiendo el sonido del monitor con sus ojos. Pero no dice nada.

Maldito monitor delator.

Hago un hueco en la cama para que él se acueste a mi lado, el ojiazul rápidamente lo hace y pasa un brazo por detrás de mis hombros para acercarme a él. Pego mi nariz a su pecho y lo aspiro, sintiendo como su aroma me reconforta el alma.

El apego emocional que siento hacia él, tarde o temprano nos traerá problemas.

— Yo estaba muerta, quería estarlo, necesitaba estarlo —comienzo con la voz algo quebrada al cabo de unos minutos—. Y tú no me dejaste ir, ¿por qué?

Me observa con frialdad y resopla implorando paciencia, a no sé quién.

— Si hice que te trajeran de vuelta del purgatorio, fue porque yo necesito que tu estés bien para yo poder estarlo. No puedo dejar que algo te pase, porque estás bajo mi custodia, y sigue siendo mi trabajo protegerte —siento como la cara me comienza a arder—. No me interesa que tú te quieras ir de este mundo, pero mientras yo siga a tu lado, jamás, y escúchame muy bien —aprieta su mandíbula—, jamás te pasara algo o intentaras algo, porque primero lo haces sobre mi cadáver, ¿te quedó claro, Mor?

Mis ojos se estrechan por el fastidio en su voz y resoplo con burla, para aligerar el ambiente.

— Vamos a ver cuánto te durará el chistecito —frunce el ceño lentamente—. Cuando Morrigan vuelva, todo volverá a la normalidad en tu vida, aunque yo no te juzgo, pero tienes que pensar en que mis días están contados, por lo tanto, mi existencia también. Hoy o cuatro meses más, no harán la diferencia, en el hecho de que terminaré muerta de todas formas —chasqueo mi lengua—. A veces hay que admitir la realidad de uno mismo.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora