🔮Capítulo 31🔮

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Tomo 2 🍃

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Drakon:

Mis alas se despliegan al entrar al centro de entrenamientos. Los guardias de turno clavan los ojos en mis alas y en como estoy erguido, antes de agachar la cabeza, y hacerse aún lado, al darse cuenta que no les conviene dirigirme la palabra.

— ¡KATRIEL!

Mi grito hace eco por todo el lugar. Y avanzo con el paso apretado, ignorando a todos los que están en la parte principal del recinto infernal. Siento unos pasos algo delicados, pero sin dejar de ser fuertes a mis espaldas. Mi rostro arde de la cólera, y Katriel es rápida al notar como estoy, al decir:

— La sala de entrenamientos estará lista en unos minutos.

No respondo, porque era lo único que necesitaba que me dijera. Doblo en un pasillo, para subir las escaleras, y llegar al ala de equipamiento. Mi ropa de combate se mantiene colgada en la zona de altos mandos. Saco toda la ropa de mi cuerpo, y me pongo mi uniforme de entrenamiento, metiendo con cuidado mis alas en los agujeros, para mantenerlas afuera.

Salgo de ahí con la mandíbula cuadrada, y avanzo en la dirección contraria por la cual llegue. Camino hasta la torre destinada para observar los entrenamientos de mi tropa, y me lanzo al vacío, antes de aterrizar en el suelo. Mis puños se aprietan, y Katriel me lanza mi equipo de defensa, cuando entro al círculo que se enciende al poner uno de mis pies adentro. Mi funda de cuchillas la amarró a mi muslo, y mis espadas las guardo en mi espalda.

Hago crujir mi cuello, cuando el público comienza aparecer y pellizco el puente de mi nariz, esperando a que alguien se atreva a cruzar las líneas de fuego con azufre.

Alguien cruza con la espalda erguida, y levanto una ceja, al ver quién es. Saco mi espada desde atrás, y escondo mis alas, para contener algo de mi fuerza dentro de mí.

— General.

— Ticious.

Extiende su espada, y yo hago lo mismo, chocándolas. Nos ponemos en posición, y cuando aplauden, empieza el ataque. Esquivo su espada en los golpes que intenta dar, lo hago perder el equilibrio entre vuelta y vuelta, y con el mango de mi espada, golpeó su espalda con fuerza. Pateo sus rodillas, dejando que caiga al suelo, y con otra patada directo a su hombro, hago que suelte su arma. Me lanza un codazo, que aterriza en mi pantorrilla, y con un crujido de dientes, lo dejo con mi bota en el pecho. Saca una de sus cuchillas y en un movimiento medianamente rápido, intenta atacarme las piernas, pero llevo mi mano hacia mi muslo, y le lanzo uno de mis cuchillos, esquivando su ataque, y enterrándole la mano en el piso, con la fuerza del filo.

— ¡Mierda!

Retrocedo dándole espacio. Se saca el cuchillo de la mano, y sus ojos arden en rabia contenida. Me lanza puñetazo, tras puñetazo, que esquivo sin cansarme. Le barro los pies en medio de su descuido, y mi garganta arde de la rabia que todavía no puedo descargar. Camino hacia un rincón del círculo, dándole la espalda, y mis labios se tuercen, al tomar aire. Mis reflejos son rápidos al darme la vuelta, cuando corre hacia mí, con una daga en mano, intentando atravesarme la garganta.

Esquivo mi cuello de su brazo y mi cólera sube, al escuchar los gritos de alientos y algunos gritando: traidor.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora