🔮Capítulo 37🔮

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Ella:

La lluvia se desliza por el ventanal de vidrio de la cocina, mientras mis manos se deslizan por el cabello de Azrael, que se mantiene recostado en mis ya dormidas piernas.

— Az —mi voz suena demasiado rota hasta para mis propios oídos—. Déjame llevarte a la cama. Necesitas descansar.

Menea la cabeza.

Ni siquiera ha hablado después de que intentó golpear a Drakon, cuando llegó de la casa de Alice con sus recuerdos del Mundo de la Noche evaporados. Apenas si pude arrastrarlo del jardín hacia dentro, cuando comenzó a llover y después se derrumbó en mis brazos cuando se marcó la decisión definitiva de la despedida de Alice.

— ¡Pero podemos traerla aquí de nuevo y protegerla! — le gritó Az mientras se aferraba a las mangas de la camisa de Drakon.

— No puedo traerla de vuelta, Azrael —sus ojos eran compasivos—. Ya no recuerda nada.

— ¡No me importa, tuviste que haberme esperado!

— No podemos hacer nada por ella —Azrael ni se molestó en secar sus lágrimas escuchando las palabras de Drakon—. Su alma está demasiado dañada, como para hacer algo con ella y obligarla a recordar. Y tampoco puedo dejar que Miguel le haga algo.

— No podemos rendirnos, Drakon.

Miguel me arrebató lo único que he querido en toda mi existencia, y logró que me rindiera sin siquiera intentarlo.

— ¡No me puedes hacer esto!

Me moví rápido al sujetar su cuerpo cuando se desmoronó con su llanto. Con el llanto de la muerte.

Y ahí me quedé, cubriendo sus sentimientos con los míos, ayudándolo a respirar su dolor, intentando no pensar en el mío.

Tomo la cadenita de girasol en mi cuello, con una caricia nostálgica.

— Vamos, Az —beso su frente—. Tienes que al menos dormir un poco.

— Ella no quería esto.

— Lo sé —sus ojos negros me miran demasiado vulnerables, que su misma fuerza me hace apartar la mirada, al sentir como absorbo su dolor—. Pero ella sí hubiera querido que no te desmoronaras.

Solloza incorporándose un poco, antes de abrazarme con fuerza.

— Duele tanto, que apenas puedo respirar, Elle.

Hundo mi nariz en su cuello.

— Te entiendo, Az.

Se tambalea al levantarse de las baldosas del piso y me tiende un mano, cubriendo su cuerpo con el mío.

— Gracias por esto.

Le seco sus lágrimas.

— No podría hacer menos por ti.

Besa mi frente y se desliza por la cocina, desapareciendo en la oscuridad del pasillo.

Observo con seriedad la cabaña de Laney que se pierde con la neblina. Apenas si quedan veinte horas antes de que cumpla los dieciocho y Laney y Calem están llamando a Morrigan para que vuelva antes de que el poder en mis venas me consuma el corazón.

Huesos de un Muerto©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora