Roto?

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El cuerpo de Zacarias estaba bañado en sudor y jadeaba mientras se introducía una y otra vez en la cavidad húmeda y apretada que lo recibía con mucho gusto. Besaba, dejando notorias marcas, la delgada espalda debajo de él. Deliciosa, hermosa.

Cuantas veces había alcanzado el orgasmo desde que había llegado a esa casa. Ya ni sabía. Había demasiados condones en el suelo usados en el suelo y estaba agotado pero no deseaba parar. Las feromonas omegas lo estaban volviendo loco. Si no fuera por la protección de látex estaba seguro que ya el vientre de la pequeña mujer estaría fecundado porque había anudado innumerables veces.

Solo había salido de la cama en los momentos que ella se había quedado desfallecida para hidratarlos y alimentarlos. Él tampoco era de hierro. Pero siempre volvía de nuevo minutos después de llenar sus estómagos a reanudar la faena de aliviar el deseoso celo.

Además, no podía sacarse de la cabeza la nuca desprovista de la omega delante de sus ojos.

Nunca había vacilado ante nada y menos cuando estaba tan decidido y sus colmillos dolían. Se mordió el labio inferior. Quería chupar ese lugar, lamerlo, hacerlo suyo. Eso era lo que dictaba su mente, y sí que se sentía delicioso y correcto aquel pensamiento. Quería morderla hasta que la marca que dejara fuera tan profunda y evidente que nadie se atreviera a reclamarle que Erika no era suya.

Ella era suya.

Desde el día que sus caminos se cruzaron estaban destinados a estar unidos por un hilo rojo. Aun si el destino era tan cabrón de no hacerlos parejas destinadas.

Por lo que no dudó en inclinarse y lamer la nuca de arriba abajo. Las suaves vertebras se encontraron con su lengua e insistió aún más. Sabía tan suave, tan buen.

La punta de su nariz se encontró con el inicio de la gran cicatriz detrás de su cabeza y alzó la cabeza. Sus ojos dilatados tomaron unos segundos en enfocarla y con sus dedos apartó todo el cabello dejando el área totalmente descubierta. Siempre se molestaba cada vez que la veía.

¿Quién demonios había sido capaz de hacerle daño a su chiquita?

Erika debajo de su cuerpo solo gemía abrazando la gran almohada impregnada de feromonas de Zacarias totalmente excitada. Faltaba muy poco para que su celo terminara pero eso no significaba que estuviera perdiendo fuerza, por el contrario, al tener a un alfa junto a ella estimulando de todas las maneras posible solo hacía que fuera más fuerte. Cada fibra de su cuerpo temblaba ante la constante invasión.

Ronroneó bajo la lengua del alfa cuando este volvió a lamer la parte posterior de su cuello con insistencia y corrió su cabeza hacia un lado para darle todo su acceso. No estaba consiente de nada en ese momento. Su omega interior era el que estaba en la superficie y ansiaba cada vez más. Sobre todo que su nuca fuera finalmente mordida.

Sintió la punta de los colmillos del hombre detrás de ella raspar la piel estimulándola y se puso ansiosa. Gimió en protesta por dilatar tanto el momento y se removió. Una mano grande la mantuvo quieta en su lugar.

Zacarias raspó la piel en un intento de calmar el dolor en sus caninos pero fue inútil.

Lamer…morder…marcar…

Era lo único en su cabeza.

Movió más rápido su cadera buscando su culminación y no faltó mucho hasta que la detuvo introduciéndose con una profunda estocada. Soltó un alto gemido cuando el orgasmo volvió a azotarlo y se derramó en aquella cálida cavidad anudando por lo que parecía la última vez.

Entornó los ojos totalmente relucientes y brillantes totalmente inhumanos y abrió la boca dejando sus colmillos totalmente a la vista y descendió con fuerza.

YOMEGA. Destinada a ser suya (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora