S e i s

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Mi primer impulso fue esconderme al ver a tantas personas buscando al animal. No vi a Charlotte por ninguna parte, o a Gael. Estaba Travis, la señora Hier, que vive tan solo un piso abajo y es bastante mayor, solo recuerdo haberla ayudado a llevar unas bolsas quizás mi segundo día aquí, el portero, una pareja con la que me he cruzado un par de veces en el ascensor y otros cuatro vecinos más de los que no tengo registro alguno. 

Sentí a alguien tropezar conmigo a mis espaldas, pero por suerte no perdí el equilibrio y pude voltear para ver quien era, y por primera vez agradecí a los dioses que fuera Gael. —Hubiese preferido que fuera Charlotte, quien seguro comprendería mi situación, pero en fin.— 

El pobre chico se veía terriblemente nervioso, manos inquietas, ojos abiertos, respiraciones agitadas. Realmente no puedo culparlo, yo misma me pondría peor que él si Whiskers se fuera de casa alguna vez. 

—Oye, no tengo tiempo ahora… sé que no nos llevamos muy bien, ¿pero podrías ayudarme a encontrar a Dexter?

Bueno, su desesperación debía ser mucha y real para pedirme ayuda. Comprendí su angustia y lo tomé de la muñeca para de algún modo devolverlo a la realidad. Estaba mirando a otro lado, perdido en propia preocupación. Al tocarlo me miró con ojos enormes. 

—Gael. Sé donde está Dexter. —dije segura, y solo entonces el cien por ciento de su atención estuvo en mi. 

—Gracias a Dios. ¿Dónde?

Me sentí una terrible persona por haber olvidado que tenía a Dexter en mi balcón. ¿Quién olvida eso? Me sonrojé y sin soltar su brazo comencé a guiarlo a mi departamento, intentando que los vecinos no nos notaran en absoluto. Lo que menos necesito es tanta atención en mi. Afortunadamente, nadie se percató de nosotros. 

—Lo que ocurrió fue que lo encontré al salir. —me expliqué mientras lo llevaba por las escaleras, él parecía demasiado ansioso como para esperar el ascensor y puedo entender porqué. —Y bueno, no estabas por ninguna parte, ni Charlotte y resulta que no tengo sus números. Entonces pensé que podía escaparse o algo si no lo dejaba en mi casa. Tuve que dejarlo en el balcón para que él y Whiskers no tuvieran inconvenientes. Pero no te preocupes, le puse agua y comida. Es la única forma que se me ocurrió para prevenir pleitos y una ida segura al veterinario. Así que en fin. —me reí nerviosamente, y solté unas cuantas idioteces más como cuando algo me provoca vergüenza. 

—Devra. —me llamó la atención firmemente. Debo decir a mi pesar, que esta vez mi sonrojo no tuvo nada que ver con el temita de su perro, si no que estaba más bien relacionado a cómo había dicho mi nombre. De una forma muy ronca y demasiado sexy para ser real. 

Me aclaré la garganta. 

—Entiendo. —le dije y al llegar a la puerta busqué mis llaves, mis manos estaban un poco temblorosas así que las dejé caer, me agaché para recogerlas al mismo tiempo que Gael y nuestras manos se tocaron.

Respiré superficialmente, de forma agitada al recordar lo que sucedía en estos casos en mis novelas románticas favoritas cuando la protagonista se da cuenta de sus sentimientos por el coprotagonista, y la revelación lleva a sucesos sumamente románticos y sin igual. 

—¿Podrías abrir la jodida puerta?

Y así recordé que estaba frente a un joven atractivo pero sumamente grosero e infantil. También recordé que efectivamente, esto no es una novela de amor, y si lo fuera él arruinaría las mejores escenas con su antipatía. Oh, y a mi mente regreso el recuerdo de las circunstancias y su perro en mi balcón. 

—Si, si, lo siento. —contesté apresuradamente y oculté mi rostro para que no pudiera leerme fácilmente. 

Las personas que me conocen saben que mi rostro suele revelar cosas que deseo mantener ocultas, en este caso, mi vergüenza y nerviosismo, relacionados ya no con la mascota de Gael, si no con  el hecho de pensar que él y yo habíamos tenido un especie de momento. Qué idiota. 

Mi querida bola de pelos |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora