Fue una mezcla entre entusiasmo y miedo lo que sentí cuando me llegó la notificación de que mañana empezaba las clases. La carrera que voy a seguir periodismo, algo en lo que empecé a interesarme después de leer e investigar a los catorce.
Desde entonces me decidí, pero aún queda la incertidumbre, ¿y si no es lo que quiero hacer con mi vida?
Interrumpiendo mi leve crisis, llegó un mensaje de Dennis, preguntándome cómo estaba.
Dennis es la única amiga que conservo de la escuela. En la primaria solía ser popular, pero en la secundaria todo cambió, las perras y los infelices se multiplicaron como cucarachas y comenzaron a molestarme y a otros adolescentes, como por ejemplo a Dennis. Así es como nos conocimos y nos seguimos, al principio, por una cuestión de empatía y supervivencia, pero terminó convirtiéndose en una bonita y sincera amistad.
"Estaría mejor si me visitas, escoria" marque y envíe el mensaje, sabiendo que hoy no podría venir porque tiene ensayo de danza clásica, pero siempre se puede soñar.
"Hoy no, pero no te salvarás de mi este fin de semana" me contestó y negué con la cabeza mientras le pasaba mis horarios, para que no decidiera venir a una hora en la que yo no me encuentre.
El día transcurría como si nada hasta que se me ocurrió mirar por la ventana, hacia la ventana de Travis.
Pero. Santa. Madre. De. Dios. Mío.
Mis ojos fueron inmediatamente recompensados por la decisión, mostrándome la imagen del apuesto hombre haciendo ejercicio en su comedor, sin camiseta. Sin nada que cubra su fantástico cuerpo.
Ignoré el maullido de Whiskers a fin de concentrarme completamente en la imagen y así poder guardarla en mi memoria por el resto de mis días. Casi estaba babeando.
—Así que nuestra vecina nueva es una mirona.
La nueva e inesperada voz me hizo saltar ahí mismo en mi lugar, avergonzada de ser atrapada infraganti y sobretodo por él.
—¿Qué estas haciendo en mi casa? —pregunté con desconcierto. —No recuerdo haber abierto la puerta.
—Estaba abierta. Eres muy descuidada.
El vecino insoportable —Gael, recordé —se veía muy cómodo y relajado en la posición en la que se encontraba, apoyando su peso en el marco de la puerta y con sus brazos cruzados.
—Bueno, uno simplemente no entra a casas ajenas, ni siquiera si la puerta está abierta. —dije con seriedad, intentando mantener mi rostro fuera de su vista hasta que mi sonrojo se deshaga de una vez.
—Y una no espía a sus vecinos por la ventana, ni aunque sus cortinas estén abiertas. Pero aquí estamos, tú y yo haciendo cosas que no tenemos que hacer. Sin embargo, no te preocupes, no le diré que te gusta el voyeurismo.
—¡No me… yo no! ¡No me gusta eso!—me apresuré a asegurar alterada.
Cada dos palabras este chico sabía como ponerme tensa. El único don que lleva consigo seguramente. Respiré hondo para que mi exaltación se extinga y lo miré fijamente con molestia. Una sonrisa estaba en su rostro y un sonrojo prevalecía en el mío.
—Bueno, yo no diría lo mismo, considerando que esa ventana da a la casa de Travis Griffin. Un viejo amigo. Me pregunto qué pensará si le cuento lo que vi… —intentó parecer serio, pero la pequeña sonrisa involuntaria delataba el deleite que estaba sintiendo al atraparme así.
Cuando pensé que toda la vergüenza que podía pasar ya la había agotado en mis tres días aquí. Es escandaloso vivir rodeada por chicos guapos (incluso si uno es terriblemente bobo).
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Mi querida bola de pelos |✔
Novela JuvenilCuando Devra se muda teniendo como única compañía a su fiel felino, no pensaba que su vida sería tan interesante. Su minino hizo que conociera a su vecino, el chico ideal: le gustaban los gatos tanto como a ella, escuchaba la misma música que ella y...