Q u i n c e

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Un trueno estruendoso resonó en el cielo, logrando despertarme a mitad de la noche agitada y muerta del miedo. ¿Los sobresaltos acaso no tienen un límite? Pensé que había sido más que suficiente con el maldito murciélago sangriento.

Cuando escuché otro trueno mi corazón comenzó a bombear con pánico dentro de mi pecho. Intenté tranquilizarme, pues esta era solo una de las muchas tormentas de verano, intensas y fugaces. En cualquier momento se acabaría y entonces yo podría regresar a dormir con tranquilidad.

Recuerdo haber temido a las noches de tormenta desde que tengo memoria. La diferencia es que cuando era pequeña mi padre solía calmar mi miedo con cientos de cuentos fantásticos o canciones mal entonadas. Siempre fue un buen padre...

Claro, hasta que nos abandonó.

El día después de que nos dejó hubo una noche tormentosa y por supuesto, me encontraba inconsolable, aunque ya era bastante mayor. Mamá y mi hermano dieron lo mejor de si, pero simplemente yo no paraba de llorar, entre el pánico y los recuerdos de lo que había perdido, todos pasamos esa noche en vela. Fue estúpidamente triste. Algo en mi me dice que él piensa en mi cada noche así como yo pienso en él.

Cerré nuevamente los ojos, rogando porque la estúpida tormenta cese de una vez. Esta claro que mis plegarias fueron ignoradas y al tercer estruendo (el más ruidoso, por cierto) dije basta: Claramente esta noche no iba a dormir. No con esta lluvia.

Me levanté de la cama, tirando hacia abajo de la remera que por la noche había subido por mis muslos hasta mi cadera, y salí de la habitación. Lo primero que hice fue buscar a Whiskers, quién no había dormido conmigo debido al calor. Se encontraba profundamente dormido y acurrucado en el sofá, ignorando por completo lo que pasa en el mundo exterior, porque, ¿cómo es que eso es de su interés? Puse en blanco mis ojos y me dispuse a robar un poco de agua fresca. Supongo que mi vecino podrá perdonar esta pequeña ofensa.

Bebí con fervor, sin darme cuenta de cuanto había necesitado rhidratarme hasta entonces, pero teniendo en cuenta el calor que hacía, era bastante lógico.

Sin embargo, una vez más un turno sonó con fuerza, alterandome y logrando que casi tire y posiblemente rompa el vaso. Fue un milagro que no haya ocurrido, porque entonces si estaría muerta de la vergüenza.

En un arrebato, decidí que mi miedo era ridículamente infantil, y con determinación y furia hacia mi misma fui a la habitación, tirandome directamente en la cama e intentando reconciliar el sueño. A pesar de mis esfuerzos, no lo conseguía,  demasiado tensa y alborotada.

Entonces pensé: Antes, el olor de la remera había resultado ser tranquilizador. Y, a pesar de mi vergüenza, intenté dormir llevándome el cuello de la remera a la nariz.

Automáticamente me sentí mejor, con más calma y seguridad, el problema es que no era demasiado el olor que había quedado en la prenda, apenas un astisbo. Pero por el momento, con eso alcanzaba.

Estaba a punto de caer en los brazos de Morfeo cuando BOOM. Otro maldito trueno y eso fue todo, suficiente, una tormentita de nada no iba a vencerme.

Cansada, irritada y claramente con el pensamiento difuso, me levanté de un salto y fui hasta la habitación de Gael. Abrí la puerta sin tocar siquiera, y vaya que tiene el sueño pesado, y lindos músculos.

Estaba apunto de tumbarme descuidadamente a su lado cuando pensé: ¿Y si esta totalmente desnudo?

Lo observé con total atención, su cabello corto estaba completamente emarañado, sus ojos cerrados mostrando unas pestañas que serían envidadas por cualquier chica  (yo incluida, ¿porque los chicos tienen pestañas tan lindas?). Me salté intencionalmente su boca o posiblemente haría una locura y pase a observar su pecho desnudo, bien formado y adornado con una fina capa de cabello rubio, que oscurecía a medida que iba llegando a la parte sur de su cuerpo.

Mi querida bola de pelos |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora