V e i n t i t r é s

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Me encontré llegando a la calle que indicaba la carta, a la hora establecida en la misma. Eran las cinco menos diez, me esforcé por no llegar tan temprano.

Mis manos temblaban deseosas por algo que manipular o tocar, mis nervios estaban haciendo una fiesta en mi estómago y no se como detenerla. Sonreí un poco cuando recordé lo que Gael  hizo por mi a pesar de no tener razón para ayudarme: Tomó mi mano, me calmó, me abrazó luego...

Todas las emociones se hicieron un revoltijo en mi estómago, dándome náuseas difíciles de controlar e ignorar.

¿Eran las mariposas en la panza? Porque parecían avispas enojadas picando todo lo que encuentren a su paso.

—No pensé que vendrías.

Me confesó una voz que no había escuchado tras seis largos años, pero que no había podido olvidar. Simplemente no te olvidas del hombre que cuidó de ti hasta los trece años, ¿o sí?

Esa voz era familiar y desconocida, más rota, más ronca y cansada que la última vez que la escuché, como si hubiese envejecido de repente.

Cuando lo miré, su rostro me sorprendió, no porque fuera distinto, si no porque verlo le daba un nuevo significado a lo que estaba pasando: Lo hacía real. Mucho más allá de la imaginación y mis ilusiones fantasiosas de volver a verlo.

Hace mucho que no soy la niña que espera que su papá regrese de donde sea que se haya ido y cada vez me convertí más en la niña resentida que quiere que su padre vuelva arrastrándose para cumplir su sed de venganza; de ahí mi sorpresa cuando no me hizo nada feliz observar lo demacrado y culpable que se veía en estos momentos.

—Yo misma no pensé que vendría. —Admití cuando conseguí recuperar el habla, todavía un poco impactada. —pero aquí estoy.

«Tampoco esperaba verte nunca más, pero aquí estamos» Fue lo que no dije.

—Gracias. ¿Podríamos sentarnos...?

Lo miré con desconfianza pero asentí y me senté frente a él. Revisé mi celular una vez más antes de centrar mi atención de una vez definitiva hacia mi progenitor.

Había recibido por lo menos quince llamadas perdidas de Dennis, diez de mi madre, y dos de Gael.

Gael supo dónde estaba, por lo que quizás es el que menos insistió con la llamada, sin embargo me quedé pensando... ¿me habría llamado para desearme un feliz cumpleaños?

Me sonrojé instantáneamente y dejé de lado el celular, aunque ese señor —al que ya no podía llamar cariñosamente papá— estaba sonriendo y mirándome como si supiese algo que yo no. Y tengo que decirlo, me irritaba un poco.

—¿Algún noviecito? 

—¡No! —me apresuré a negar rápidamente con la cabeza, aunque no sirvió de mucho, él seguía con una sonrisa de "sé algo que tú no" y me irritaba de sobre manera. —No importa. No estamos aquí para hablar de mi vida.

De la cual ya no eres parte, por cierto.

—Tienes tazón. —admitió con amargura en su voz y bajó la mirada.—Lo siento. Creo que no tengo excusa, pero si me permites, puedo dar razones... ningunas válidas para abandonar a mi familia, pero ayudarán a la comprensión de la situación.

Mi querida bola de pelos |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora