Capítulo 3.

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 Al despertar fruncí instintivamente el ceño al recibir el impacto de la claridad proveniente de las ventanas en mis ojos, el dolor de cabeza era algo descomunal, sentía como mis sienes latían y se sentían como un volcán a punto de hacer explosión, noté que estaba sobre una camilla, en la enfermería, me senté para intentar colocarme de pie y enseguida capté lo malo de mi idea; el mareo me atacó de inmediato y Lucy, quien había estado allí desde que abrí mis ojos, por fin notó mis intentos y se colocó en pie de un salto, me tomó de un brazo y al notar que negaba con la cabeza lo que hizo fue subir mis piernas a su posición anterior y mirarme curiosa.

—   El mareo es terrible —Susurré.

—   ¿Qué te sucedió? —Me interrogó con cierto atisbo de molestia.

—   No creas que es que he dejado de comer en uno de mis ataques pánico/depresivos que me dan de vez en cuando, estoy bien.

—   Entonces estás como una cabra.

—   Seguro, Lucy —Torné los ojos.

—   ¿Estás segura que no tienes ni idea de por qué te has desmay…?

—   ¡Ha despertado! —Exclamó la enfermera de la institución.

—   Si, y estoy perfectamente —Respondí al mismo tiempo que me sentaba.

—   Oh, no lo creo, debes decirme que crees que ha sido eso, quizá no informaste sobre algún medicamento que debas tomar o quizá ha sido que no has desayunado…

—   O quizá fue una clara demostración de que tengo pánico a los primeros días en instituciones nuevas, con personas desconocidas —Sugerí.

—   Oh… Claro —Susurró mirándome con lástima.

 Lucy en cambio entrecerró los ojos para mirarme con desconfianza a sus espaldas, sabía que mentía, sabía que estaba utilizando la técnica de “parezco un cachorro desamparado” para largarme a casa pitando.

—   Han sido esas chicas, me han causado cierto susto y repulsión y si añadimos a eso el hecho de que no he desayunado por los nervios, tenemos una respuesta —Sonreí inocentemente— No ocurrirá de nuevo, comeré la próxima vez, pero justo ahora quisiera irme a casa.

—   Oh por supuesto que sí, informaré en la dirección para que todos tus profesores lo sepan, puedes tomarte el día esta vez porque luces terriblemente mal, ¿necesitas compañía hasta el aparcamiento, linda? —Habló rápidamente mientras hacía anotaciones en una agenda.

—   Yo la acompañaré y luego regresaré a mi siguiente clase —Respondió de inmediato Lucy, quien aún seguía de brazos cruzados.

—   De acuerdo, ponte de pie con cuidado no sea que te marees de nuevo, y llévate esto —Me entregó un paquete de galletitas y sonrió.

—   Le devolví el gesto y tomé su mano para ayudarme— Gracias.

Al salir de allí de inmediato Lucy me tomó arrebatadamente del brazo y me miró advirtiéndome que si no hablaba ahora moriría pronto.

—   Escucha Lucy, no sé qué sucedió solo… El chico me molestó mucho y su nombre me ha hecho marearme —Dije para luego de unos segundos notar que no tenía coherencia lo que había dicho.

—   ¿Te gusta? —Arqueó una ceja.

—   No —Respondí impasible— lo he conocido esta mañana en una estación de servicio, un grandulón quería golpearme culpándome de un rayón en su auto, pero yo no tenía la culpa porque había sido él el que chocó a mi bebé, y en eso llegó el con su lindo auto y su sonrisa de “soy el dueño del mundo” a portarse como superman y luego de ello me ha pedido indirectamente que le pagara de una manera íntima que no mencionaré y yo casi lo piso con mi auto como respuesta.

El misterio de nuestro pasado (ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora