Parte 11

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Salieron poco a poco, con mucha cautela. En el suelo, junto a un charco de sangre, había dos cuerpos tendidos y, en la esquina de siempre, el proxeneta, blanco como un fantasma, secándose el sudor y las lágrimas con unos pañuelos que le daba una de sus fulanas, también llorando, tan acojonada como él. YiBo y el chico se separaron a la altura de su portal sin decir ni pío. El abrió lo más rápido que pudo, cerró de un portazo mientras corría escaleras arriba para encerrarse en su cuarto; su madre no estaba en casa. Se fue hacia la ventana y estuvo mirando abajo tras el cristal, con la luz apagada. Dos o tres vecinos se inclinaban sobre los cuerpos y, un viejecito, les puso dos dedos en el cuello para tomarles el pulso mientras negaba con la cabeza. Estaban bien muertos. YiBo golpeó la pared con los puños, ¿dónde hostias se había metido su vieja? Volvió a mirar abajo, aun nada, ni rastro de ella. Revolvió entre los cajones de la cocina y sacó el cuchillo más grande que pudo encontrar, estaba dispuesto a ir a buscarla y lo escondió dentro de la cazadora sujetándolo por el mango. Se asomó por última vez y allí estaba, junto al viejecito, contemplando a los fiambres. Dejó el cuchillo sobre la mesa y bajó al portal, se acercó a ella para tomarla por los hombros y meterla en casa. 

Ambos se sentaron en la mesa de la cocina y YiBo le contó lo que había pasado, fueron los matones de la tríada del garito de apuestas que ella frecuentaba pero, al que se había cargado a los tipos, no lo había visto antes por allí. Las razones de la ejecución estaban claras, deudas de juego aunque, no era lo habitual despachar a nadie, bastaban unas cuantas palizas hasta el cobro. La madre abrió mucho los ojos espantada y los clavó en su hijo:

-¿Te vieron a ti?

-No, me escondí junto al vecino de más arriba, solo nos vio el chulo poco después y si se le ocurre decir algo yo lo negaré todo, tengo una buena coartada.

La madre lo tomó de las manos con cara de preocupación.

-Por favor hijo, ten mucho cuidado, si te pasa algo me muero. Eres lo que más quiero en el mundo y ya sé que soy un mal ejemplo pero, daría la vida por ti si fuera necesario con tal de protegerte.

Estas sinceras palabras de la madre enternecieron a YiBo que se levantó para abrazarla por los hombros y darle un beso en la frente.

-No te preocupes, mamá, estaré bien, ya sabes que sé cuidar de mi mismo. Desde hace un par de días las cosas han cambiado mucho y, creo que he encontrado gente en la que puedo confiar, además de un trabajo.

Ella sonrió relajando un poco la tensión que la atenazaba y preguntó con curiosidad: 

-¿Ah, sí?, ¿dónde?

YiBo se lo pensó un momento, no era necesario darle muchos detalles.

-Soy camarero en un bar para hombres.

La madre rió a carcajadas, no se imaginaba al mujeriego de su hijo entre mariposones.

-¿Y no temes que te metan mano?, le dijo sin dejar de sonreír.

YiBo se encogió de hombros sonriendo también.

-Aun puedo dar dos buenos mamporros a tiempo para parar los pies a quien sea. Además, he hecho algunas amistades y... me cae muy bien un chico que trabaja allí, me gusta mucho estar con él.

ME ENAMORÉ DEL SEÑOR "MALA SUERTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora