Parte 12

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La madre lo miró con ternura; hacía años que no veía a su hijo con ese brillo en la mirada al interesarse por alguien, ¿qué más daba que fuera un hombre? Eran tantas las tristezas y las penurias que tenían que sortear todos y cada uno de los días de su vida...

Le tomó la cara entre las manos y le dio un beso en la mejilla.

-Preséntamelo, tráelo un día a casa para que lo conozca.

-Lo haré, deja que pase un poco más de tiempo a ver cómo nos va, somos solo amigos, apenas nos estamos conociendo pero, él fue el que me consiguió el empleo y se preocupa mucho por mí.

-Ya sea con un hombre o con una mujer, mi único deseo es que seas feliz, hijo, y que salgas de aquí para no volver.

-No voy a dejarte sola, te llevaré conmigo allá donde vaya.

Ella le acarició la mejilla mientras se levantaba para buscar una bolsa que había traído consigo. De ahí sacó dos cajas con comida para llevar que había preparado en el restaurante donde trabajaba, tomó los palillos de cada uno que estaban en el fregadero y ambos se sentaron a comer sonriéndose mutuamente. En la calle empezaban a sonar las sirenas de la policía y el coche del forense que llegaban para tomar nota de lo sucedido, por si había testigos, un trabajo inútil, nadie habría visto nada, y a llevarse los cadáveres a la morgue.

A la mañana siguiente se levantó cerca del mediodía, pensaba salir a comer porque tenía dinero. Después de tantos meses de pasar verdadera hambre, ahora le parecía un milagro hacerlo regularmente, incluso su madre llevaba dos noches seguidas trayendo algo a casa. Miró hacia el suelo donde habían estado los cuerpos horas antes, aún quedaban restos de sangre cerca del bordillo que no se habían ido con el agua que alguien había tirado para limpiar la calzada. Al levantar la mirada, su vecino estaba en el portal de su casa, también a punto de irse, sus ojos se cruzaron y se saludaron acercándose dos dedos a la frente. El chico le llamó, le preguntó dónde iba y, pura coincidencia, ambos salían a lo mismo. Quedaron en ir juntos a un restaurante que estaba en la parte alta de la calle; la comida allí no estaba mal del todo y era barato. Miraron en dirección a la esquina donde se situaba el proxeneta cada día, hoy no había aparecido aun. Siguieron andando en silencio y, una vez en el local, se sentaron en una mesa apartada para dos delante de la ventana.

-Antes que nada, dijo el chico, me llamo Liu Hai Kuan, ¿y tú?

-YiBo, Wang YiBo.

-Encantado de conocerte.

-Lo mismo digo.

-Me parece que no necesitamos hablar de lo de anoche, aquí ya se sabe pero, ¿qué piensas del chulo?, es mala persona, cobarde y rencoroso a más no poder. Con tal de salvar el pellejo o salirse con la suya, es capaz de vender a su propia madre.

-Yo también había pensado en él, no creo que vaya contra nosotros, aparecimos después de que pasara todo el fregado y no puede estar seguro de si vimos algo o no.

¡Joder!, el tío de la cobra en la espalda daba verdadero miedo, nunca lo había visto por aquí.

ME ENAMORÉ DEL SEÑOR "MALA SUERTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora