Destinada A Matar [Borrador]

Capítulo 19

"Recuerdos"

Abro la puerta del apartamento y me adentro en él. Son pasadas las dos de la mañana y estoy agotada; tanto física como mentalmente. Las llaves caen al suelo al igual que el móvil, pero no me agacho para recogerlos, no tengo ganas ni siquiera para sostener mi propio cuerpo. Cierro la puerta a mis espaldas y comienzo a avanzar a paso lento, y un poco torpe, con rumbo a la habitación.

Estoy llegando a la sala, cuando descubro que no puedo más. Me deje caer de rodillas. El sonido sordo que provoca el golpe se escucha por toda la estancia, me trae sin cuidado el que de seguro me ganado un hematoma. Solo quiero perderme, solo quiero quedarme en un solo sitio fingiendo que soy invisible y que no existo.

Entonces recuerdo que en algún sentido, en realidad, no existo. Soy consciente que me dieron por muerta años atrás, y también me hago consciente de que mis huellas e historial (todo lo que comprobaba que alguna vez existí) fueron borrados meses más tarde, para que quien fuera que quisiera encontrarme jamás me encontrara.

Siento mis ojos humedecerse otra vez, han estado haciendo eso desde que Ja...vier y yo terminamos de hablar. Lo hicieron durante todo el recorrido en el auto que Kellen me presto para volver. Tuve que detenerme varias veces para no ocasionar un accidente, no podía matarme por un estúpido accidente de tránsito, menos después de haber salido casi ilesa de la entrada al banco.

Sería ridículo, completamente ridículo...

Llevo mis manos a mi rostro, las cubro y con el dorso de ambas aparto las lágrimas que se acumulan en mis cuencos oculares.

Me dejo caer por completo en el piso. Quedo acostada de tal forma que estoy mirando al techo aun en medio de la penumbra, pero mi cabeza comienza a embarcarse hacía en otro lado.

Uno del que quería deshacerme, pero los recuerdos no pueden ser borrados solo porque se quiera. No somos como una computadora que solo elige la opción y le da en confirmar. No, nosotros debemos vivir con el recuerdo de cada uno de nuestros errores, aun cuando estos nos causen tanto daño que duela de una forma que no resulta fácil exponer con palabras.

Estoy en la oficina de papá, como cada jueves después de la escuela, cuando Nick tenía entrenamiento y no había nadie en casa con quien estar. Recuerdo a papá detrás de su escritorio, con rostro serio y hablando por teléfono. Su voz calmada y cordial no deja de decir algo relacionado con su trabajo, no recuerdo exactamente qué, pero sé que es del trabajo porque se encuentra tenso y hablando de cosas que no alcanzo a comprender; tenía ocho para entonces.

Cuelga la llamada y comienza a masajearse la cabeza con exasperación. Nota que lo observo y levanta la mirada hacía mí, ahora hay una sonrisa forzada en sus labios, sin embargo yo lo devuelvo la sonrisa, y comienzo a acercarme con pequeños saltos hacía él. Llevo en mi mano la libreta donde había estado coloreado. En cuanto lo alcanzo; sus brazos me rodean la cintura y me carga para sentarme en su regazo.

— ¿Qué tienes allí, pequeña Clara? —. Ese no es mi nombre, pero es lo que significa y a papá le gustaba llamarme así. Decía que era porque yo había sido la claridad que llego a su vida después de muchas desgracias, solo que nunca supe cuáles desgracias hablaba, porque él jamás dijo nada al respecto.

—Nos dibuje, a todos. Al tío, a Nick, a ti y a mí—. Respondo, con una emoción real y una sonrisa gigantesca en mi rostro—. Mira, ¿me quedo bonito?

—Muy bonito, ¿vas a ser artista cuando seas grande? —. Cuestiona el hombre, tomando la libreta con sus manos y observando el dibujo con fijeza. Yo niego varias veces con la cabeza.