Arma [ Quan YiZhen x Yin Yu ]

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Hay un tipo de historia muy popular, y Yin Yu nunca, ni en su vida mortal, inmortal o desterrado, le encontró gracia: los romances. De esos relatos los versados en una protagonista incapaz de huir de la "luz" del coprotagonista, eran los que menos sentido tenían para él.

¿Un coprotagonista que, contra los deseos de la protagonista, la encandilaba?

A ver, ¿cómo una persona puede hacer a otra a amarle con su sola presencia y su sonrisa, pese a negarse a su persuasión, transformando el proceso de enamoramiento en tortura?

Carecía de sentido la incapacidad de controlar las influencias permitidas en el propio corazón, y en especial siendo consideradas irritantes.

Ah, no lo entendió... hasta esa noche, cuando se dio cuenta de que él, un dios desterrado, actual ayudante del Rey Fantasma, era ESA protagonista, y Quan YiZhen, ESE coprotagonista.

La revelación resultó un duro golpe en mal momento.

Giró en una esquina, sus pies se tropezaron consigo mismos y cayó de cara al empedrado de la calle vacía. Vacía, por fortuna, en la ausencia de espectadores de su torpeza; y, por desgracia, pues quien lo seguía le dio alcance, lo acorraló y cortó su oportunidad de esconderse en el gentío.

—¡Shixiong! —llamó por quincuagésima octava ocasión en la noche el dios marcial. Su voz llena de anhelo permeada de preocupación, ayudándolo a levantarse.

La mano de Quan YiZhen en su hombro, aún con la intervención de la tela, liberó un escalofrío monstruoso que recorrió el cuerpo entero de Yin Yu, abatiendo su alma y su frecuencia cardiaca.

—No necesito tu ayuda —desvió la mirada, rechazándolo con un manotazo.

Sí, él era la protagonista abrumada por el espíritu salvaje del coprotagonista, que no paraba de acosarle imponiendo sus sentimientos.

Apretó los labios.

¿Cómo es que su corazón, el que mantuvo distante durante siglos de la emoción mundana del amor, cedió... ¡por ÉL!?, ¡¿por qué por él?!

Se cubrió el rostro con la palma, el calor arañándole las mejillas.

Conocía los afectos de Quan YiZhen, ¡era imposible pasarlos por alto!, no obstante, nunca creyó llegaría el día en que... ¡los correspondería! Siempre lo vio como un amor unilateral ligado a la admiración, y estuvo dispuesto a tolerarlo así. ¡¿Por qué ahora pasaba esto?!

—Ya que te alcancé, ¿podríamos comer juntos? —oferta honesta y radiante curveada en los labios del dios, ajeno al lio calamitoso de sus pensamientos confusos.

Yin Yu se mantuvo en silencio y procesó la segunda revelación del día, su anhelada respuesta obvia: la sonrisa de Quan YiZhen.

—Arma...

—¿Arma?

—Arma —Yin Yu alzó el índice—. ¡Esa sonrisa es un arma y debería ir contra el orden de los cielos! —acusó, coloreado del cuello a las orejas en un rojo intenso.

Quan YiZhen se señaló.

—¿Mi sonrisa? —luego, lució el gesto aludido a una intensidad mayor, desborde de alegría derivado de la comprensión y descubrimiento de una confesión inesperada, no planeada ni entendida por quien la hacía. Lloró, de alivio y de dicha.

Oh, no, pensó Yin Yu, atónito, horrorizado, y retrocedió un paso, y otro, y otro. Se topó con la pared. No, por favor, repitió, comprendiendo su grave error, la activación de un arma de destrucción masiva peor que la sonrisa del molesto dios. Un arma ominosa que le resto fuerzas y lo dejó a merced de un chiquillo enamorado y aprovechado.

Ocultos en las sombras, sus labios se unieron en un beso lento y triunfante.

La resistencia del corazón del protagonista fue vencida por el arma del coprotagonista, como en cualquier buena y cliché historia de amor.

Festival de 31 BendicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora