Cadáver [ HuaLian ]

381 79 30
                                    

—¡Gege, por favor, piedad!, ¡Gege!, ¡Su Alteza!, ¡piedad!

Ciudad Fantasma se sumió en un gélido silencio y pasmo al ver pasar la lamentable figura de Su Señor, el honorable y regio Hua Cheng-Zhu, el Rey Demonio, el Rey Fantasma, Xue Yu Tan Hua, una Calamidad, un Supremo; siendo arrastrado de la oreja, en plena mañana como chiquillo travieso recibiendo su merecido, rumbo al Templo QianDeng, por la implacable mano de un furioso Da Bofu.

En cuanto el dios y el demonio desaparecieron tras las puertas del Templo QianDeng, los fantasmas intercambiaron miradas, acordando no mencionar el tema, por el bien de sus retorcidas almas. Si Hua Cheng-Zhu los llegaba a escuchar, temían incurrir en su furia y ser ganadores de la exclusión eterna de la rueda de la reencarnación. Además, nunca habían visto a Da Bofu enojado con Hua Cheng-Zhu, jamás en sus siglos de matrimonio bajo los cielos y en ellos, y les preocupó extender la tenebrosa anomalía a sus humildes entidades y ser disipados.

De regreso a sus quehaceres, Ciudad Fantasma simuló un ritmo cotidiano, intercambiando a voz queda teorías del origen del enfado del noble y bueno Da Bofu. Cada teoría menos probable que la anterior y más bulliciosa.

¿Una falta de respeto?, ¡absurdo!, Hua Cheng-Zhu no atentaría contra Da Bofu.

¿Una infidelidad?, ¡vaya locura!, por 800 años Hua Cheng-Zhu se mantuvo ajeno a la tentación mundana, hasta la llegada de Da Bofu, ¿qué lo haría caer?, ¡nada!

¿Una disfunción masculina?, Su Señor no sufriría esas vergüenzas, y la supuesta "imposibilidad" de Da Bofu, en presencia de Hua Cheng-Zhu, carecían de credibilidad.

¿Entonces?, los fantasmas y los dioses, quienes no tardaron en enterarse del chism... suceso, se partieron la cabeza, ignorando un detalle crucial.

Nada ni nadie, ninguna acción u oración dirigida a él, Xie Lian, podría atravesar su piel y provocar su furia; y no cabía posibilidad de un insulto de Hua Cheng a su persona, que ameritara aprensarle el oído al Supremo, tirando y desoyendo sus lastimosos ruegos.

El Dios sentó a Hua Cheng frente al altar del templo. Recogió pergamino, tinta, y el escandalosamente valioso pincel tirado en una esquina. Los colocó delante del demonio.

Aterrorizado, el Señor de Ciudad Fantasma enderezó la espalda y tomó el pincel. Un fantasma, un Supremo, una Calamidad, un Rey Demonio temeroso de errar de nuevo y ser devuelto a su condición de cadáver, por su Dios.

—Tres mil.

—¿Tres mil?

—Escribirás tres mil veces: "soy hermoso" —Xie Lian cruzó los brazos.

El rostro de Hua Cheng pasó de la incredulidad a mostrar un atisbo de pena, y enseguida a una confusa calidez y contrariedad. Abrió la boca. Xie Lian apretó el ceño en advertencia. Hua Cheng bajó la cabeza, obediente y luciendo una cauta sonrisa en la comisura de sus labios.

Nada ni nadie, ninguna acción u oración dirigida a Xie Lian podría atravesar su piel y provocar su furia... Lo único que podría hacerlo era que hablaran mal de su devoto más fiel, y esa mañana, entre sueños, Hua Cheng lo hizo:

—No merezco ser visto por Dianxia —balbuceó adormilado su mayor inseguridad el Rey Demonio, asignándose adjetivos que apuñalaron a tristeza y coraje las entrañas de Xie Lian.

El coraje, puro y visceral, a quienes lo hicieron creer tales tonterías, hizo que el dios marcial sacara de la cama a su esposo y lo llevara a rastras al Templo QianDeng.

Gruesas lágrimas recorrieron sus mejillas, sufriendo a nombre del niño, el adolescente, el mortal y fantasma. ¡Lo haría entender, a como diera lugar, que era hermoso! Era el ser más hermoso en el cielo y la tierra.

—Dianxia —lo llamó una dulce y gentil voz atajando sus lágrimas al girarlo y coincidir sus ojos—, no llores por mí.

—¡¿Cómo no llorar cuando la persona que amo...?! —Xie Lian no completó la frase, colocándose en puntillas para besarlo—, créeme, ¡eres hermoso! —declaró, cerca de sus labios—, ¡eres hermoso!, y no permitiré que pienses diferente —presionó sus dedos enlazados, el corazón doliéndole de frustración y pena. Sabía, a pesar de su desesperación, que fueran tres mil o más veces, no bastarían para corregir de una vez el sufrimiento de una vida entera y, aun así, se mantuvo firme y decidido. Paciencia y perseverancia trazarían el camino por delante.

—¿Tres mil veces? —Hua Cheng le besó la frente, agradecido, y regresó a sentarse. Sujetó el pincel y pidió con la mirada que lo acompañara.

—Tres mil veces —repitió Xie Lian, aceptando su solicitud y recargándose en su brazo libre.

—¿Te quedarás hasta que aprenda mi lección, Dianxia?

—Me quedaré a tu lado por la eternidad, porque eres hermoso, San Lang.

—¿Sólo por eso? —Hua Cheng fingió sentirse ofendido, y expuso una pequeña sonrisa.

—Aún no tienes permiso de bromear —respondió el dios marcial y se estiró, dándole un segundo beso—. Anda. Empieza o estarás aquí todo el día.

—No me molestaría si es contigo.

—Entonces me marcharé si no terminas en dos horas.

—¿Dos horas?, ¿no es ese un lapso de tiempo irreal?

—No para Xue Yu Tan Hua.

—Sí que crees en mí.

—¿No fue eso lo que me pediste, que creyera en ti?

Hua Cheng no respondió de inmediato y cuando lo hizo, fue con una risa que precedió al movimiento torpe de sus dedos entorno al pincel, guiando la madera, los cabellos y la tinta, en la formación de trazos infernales.

"Créeme", sí, eso le pidió a Xie Lian, y eso le pedía ahora Xie Lian a él.

Creer. Tener fe. ¿No es esa la base del amor?

—"Soy hermoso" —dijo Hua Cheng, escribiendo tres mil veces las dos palabras.

Creer. Tener fe. Esa es la base del amor.

Festival de 31 BendicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora