Bambú [ Shen QingQiu ]

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El cielo escampado y el petricor. La tierra mojada pegada a las suelas de sus botas, la humedad fresca en el ambiente, el lienzo del atardecer rojizo para un arcoíris. Las hojas del bosque de bambú goteando el rescoldo de una llovizna tardía, tras el desahogar de las nubes plomizas que de mañana a tarde ennegrecieron las horas. Los sonidos limpios y alborotados de un mundo creado por una mente extraña, mundo más real y suyo que el que lo vio nacer, más querido y entrañable que la idea base.

Extendió brazos alzando el rostro, presionando los parpados, inundado de una sensación de paz y alegría entendida a la perfección y deseada toda su vida.

Estaba en casa.

Quería a su familia y la extrañaba, sí. Sin embargo, nunca se sintió identificado con la realidad de los demás, recorrido determinado a través de un sendero especifico, trazado en la rectitud monótona de una existencia preestablecida. De la casa a la escuela, de la escuela a la casa, de la casa al trabajo, del trabajo a la casa, de un punto a otro. Tan extraño, monocromático y ajeno.

Trasmigrar no fue miel sobre hojuelas. Pasó años más preocupado y ocupado por vivir y salvar su trasero, sufriendo las consecuencias de los actos entorno a dicha misión que... No se había detenido, hasta ese momento, a disfrutar de la serenidad de su entorno.

Un día simple sin planes, preocupaciones, enemigos, anuncios del sistema o arrepentimientos. Un día absolutamente suyo para despertar en los brazos de Luo BingHe, mimado con el desayuno y descansando en la soledad de la casa de bambú, mientras el Señor del Reino Demoniaco se encargaba de los menesteres ligados al título.

Temprano, dio unas escuetas indicaciones a los aprendices de Cumbre Qing Jing y aguardó el cese de la lluvia. Al caer de las últimas gotas, impulsado por una repentina necesidad de caminar, se adentró en el bosque de altos, preciosos y nobles tallos verdes.

Hechizado por la nada en sus planes inmediatos o urgencias, y el todo a su alrededor, se entregó a una acción fuera del personaje original de Shen QingQiu y de su versión.

Aspiró profundo.

Exhaló exprimiendo pulmones.

El bambú silbó una ventisca amable de bienvenida.

El borde de sus ojos se humedeció.

Despedida formal y voluntaria a Shen Yuan, su familia y su monotonía, a la historia previa que evitó recordar eludiendo el drama de la añoranza.

Consciencia plena de que sí, este era su hogar, el lugar al que quizás siempre perteneció.

Estoy en casa, se dijo Shen QingQiu. Este soy yo.

Festival de 31 BendicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora