Sirena [ Sha Hualing x Liu MingYan ]

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La uña del pulgar resintió su frustración al ser mordida hasta quebrarse. Sí, no le cabía la menor duda. Se trataba de un demonio, de una sirena.

Estas criaturas pertenecen a una de las zonas más recónditas del reino demoniaco y no suelen salir de su habitad, ni siquiera para interactuar con otras razas, debido a su condición acuática (su cuerpo requiere un altísimo grado de humedad) y también dada su naturaleza ermitaña. Dichas circunstancias las hacen algo casi míticos, de avistamientos escasos, y la mayoría terminados muy mal pues, aún entre ellos, las sirenas se consideran la crema y nata de lo peligroso.

Demonio o humano, se entiende que la mayoría aprecia y prefiere la propia vida, optando por mantener distancia de criaturas famosas por hermosas, poderosas... y caníbales. Su cualidad principal, además de la belleza y gusto culinario, consiste en hechizar a través de su canto y manipular el agua.

¿Puede comparárseles con las súcubos, abundantes incluso en el reino humano?, no. Las sirenas son más seductoras y crueles. Menores en cantidad, mayores en calidad. Ambas están en niveles distintos de fuerza y belleza.

Los individuos temen a las súcubos en los bosques, y los pueblos (mortales o demoniacos) a la aparición de una sirena. ¡Cientos de relatos hablan de naciones arrasadas por una sola!... Y Sha Hualing estaba 100% segura de la identidad de Liu MingYan, de Cumbre Xian Shu, en Montaña Cang Qiong.

¿De dónde proviene la certeza, siendo la discípula de Qi QingGi, una humana sin relación particular con el agua o el canibalismo?, de haberla visto sin el velo, de las noches de desvelos consiguientes y del dominio ejercido por su voz. Como demonio femenina proveniente de un linaje de renombre, robarle el sueño y supeditarla a su "canto"... ¡eran empresas imposibles para una mortal o una demonio débil!

Liu MingYan era, en definitiva, una sirena que descubrió el modo de pasar desapercibida.

Y esa noche, Sha Hualing se coló en la habitación de la cultivadora, ¡para desenmascararla!, ¡enfrentarla!, ¡vencerla!, y quitarse su hechizo.

La puerta de la habitación se abrió.

Sha Hualing se preparó para atacar, oculta tras la pantalla divisora de la estancia.

La puerta fue cerrada y la habitación se iluminó con la tenue luz de una vela, proyectando la sombra de Liu MingYan en el papel de la división.

Absorta en la curvatura de la diseminada silueta, la demonio tembló de pies a cabeza y retrocedió chocando con la cama.

La aprendiz de Cumbre Xian Shu reaccionó y fue directo a su enemigo. Sha Hualing, embelesada, no opuso resistencia. El impacto las llevó al suelo.

En la penumbra, Liu MingYan sujetó las muñecas de la demonio a los costados de su rostro, fija la mirada en la santa.

—¡¿Qué...?!

—¡Cásate conmigo!

El válido interrogatorio de Liu MingYan fue suprimido por la escandalosa e inesperada petición.

—¿Perdón? —preguntó, trascurridos unos incomodos minutos, creyendo y deseando haber oído mal.

La demonio aprovechó la confusión, invirtiendo posiciones:

—Está decidido. A partir de hoy te tomo como esposa, o esposo. El orden es indiferente.

Un maremoto de información respecto a los detalles de su boda, hogar, familias, visitas, pormenores políticos, descendencia y etcétera, desencajó la hermosa y serena expresión de Liu MingYan, en una de desconcierto y pánico. Para desgracia de la joven cultivadora, quien se libró y arremetió inclemente, el amor de los demonios implica expresiones de flirteo peculiares. De tal forma que, mientras más intentaba rechazar los avances de la santa, más aumentaba la fascinación de Sha Hualing por su "pronta aceptación" y el "apasionado cortejo" de su futura "esposa sirena".

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