Destino [ Shuang Xuan ]

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La arena murmura bajo su peso, el viento susurra entre sus cabellos alborotados, la desértica madrugada se alarga fresca a su espalda y al frente, en un horizonte infinito derramado en su mirada intensa y amable, el océano chismorrea indiferente a su imagen de mendigo.

Encajado como pilote en la playa, inamovible y quieto, los minutos transcurren profundizando la oscuridad y, después, el negro se diluye, próximo el amanecer.

Azul, gris, rosa.

Shi QingXuan suspira, se inclina, recoge una caracola vacía, la acerca a su oído, cierra los ojos y oye el devenir de las olas atrapado en su interior.

Uno, dos, tres.

La expresión neutra de su rostro titila.

Tiembla, añora, odia y ama.

El borde de los parpados se le humedece. Lleva la caracola a los labios. Presiona el ceño y vierte dos palabras dentro. La estruja contra el pecho y la lanza al agua, restringido por el deteriorado cuerpo humano.

Se estira, ¡se estira!, y profiere un grito jubiloso, listo para un nuevo día.

Iré con el viejo Cheng. Al oeste de la zona de comercios habrá mejor suerte, planifica. Será un buen día. Se marcha, las botas desgastadas hundiéndose en la playa al renquear el paso.

Y así, la simple caracola lanzada por un simple humano, llega a manos de un demonio que noche tras noche vela a quien lo busca sin saber que está ahí, delante suyo.

—Lo sé —responde He Xuan al oleaje del mar, a su destino y a Shi QuinXuan.

Lo nuestro jamás podría haber sido, se dice.

—Lo sé —se repite y resigna.

Fue demasiado el tiempo y el dolor, para dejar a un lado la venganza en pro de un nuevo amor.

Fue demasiado el amor y la locura protectora de un hermano, para darle la espalda.

Fue demasiado cruel el destino, para unirlos siendo sus historias no sólo incompatibles, sino antagonistas.

¡Que cruel!, fue volver a tener la oportunidad de amar y que esa persona resultara ser la razón de su sufrimiento.

¡Que atroz!, saber que el perdón no alcanza a sanar la brecha abierta, y menos a acercar sus manos y corazones.

Bendito sea el destino que, a unos, entrega un hilo rojo, y a otros, una soga compartida al cuello, nombrando a ambos igual.

Festival de 31 BendicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora