Dragón [ Ling Wen x YuShi Huang ]

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—Su Alteza —Ling Wen entró al Santuario Puji, recta y elegante.

Hacía diez años el "castigo" de la diosa de la literatura fue levantado, recuperando privilegios y libertades tras una serie de acuerdos, y de concluir que su contribución —antes y después de la batalla contra Jun Wu— superaba con creces sus delitos.

—Ling Wen, es una agradable sorpre...

Interrumpiendo la bienvenida, la diosa inclinó la mitad del cuerpo al frente y combó los brazos:

—Suplico su ayuda.

—¿Qué sucedió? —preguntó Xie Lian al verla aguardar la concesión de un permiso para explicarse. Paciente al exterior, impaciente al interior, evadiendo cautelosa errores que se interpusiera entre ella y su salvación.

—Es difícil —vaciló—... Sé que usted, mejor que nadie, lo comprenderá.

Ling Wen intentó hallar el extremo de la madeja por el cual comenzar a exponer su situación, y envaró la espalda, tragando saliva, al escucharse un estrepitoso trueno seguido de una insidiosa llovizna.

—Está aquí —murmuró, aterrada.

Una sombra apareció en el marco de la puerta abierta.

—¿Señora de la Lluvia?

—Su Alteza —saludó con calma la diosa elemental—, lamento la irrupción —continuó, sin demora—. Sin embargo, me temo, una delincuente vino a buscarle con motivos ulteriores, nada honrados, y he de llevármela.

Ling Wen permaneció estática en su sitio, rígida como estatua, deseando la falta de movimiento le confiriera el poder de la invisibilidad.

—¿Puedo saber el delito del que se le acusa...? —"esta vez".

Yushi Huang observó de soslayo a Ling Wen, girando el cuello unos grados. Al borde de la túnica interior, un hematoma entre morado y verde lució su indecente borde plasmado en la piel de alabastro.

—Descuide, no es asunto que altere el orden de los cielos, siempre y cuando la acusada acceda por voluntad a someterse al juicio correspondiente, ¿cierto, Ling Wen?

La diosa civil dio un saltito en su sitio, cabizbaja asintió, se giró y caminó delante de la diosa de la lluvia y la agricultura. Condenada a muerte rumbo a la horca.

Disculpándose por los inconvenientes ocasionados, serena, Yushi Huang se despidió y abandonaron el Santuario Puji.

—El mosquito se atrevió a picar al dragón.

Junto a Xie Lian la voz de Hua Cheng anunció su llegada.

—¿A qué te refieres, San Lang? —la pregunta tuvo un tono de apremio por conocer la verdad detrás de la extraña visita.

—La Señora de la Lluvia es una diosa tranquila y reservada —dijo el Supremo, apresurándose a complacer la curiosidad de su amado—, no debe ser fácil para ella llevar una marca tan visible, echa por una inquieta y posesiva amante.

Las piezas encajaron en la mente de Xie Lian:

—¿Desde cuándo?

—Sospecho que desde antes de levantarse la condena a Ling Wen.

Era una buena suposición. Yushi Huang fue una de las principales promotoras de dicho acontecimiento.

—Vaya —Xie Lian se rascó la mejilla y lamentó la suerte de Ling Wen, comprendiendo a Yushi Huang al recordar las marcas en su propia persona—. Les deseo suerte a ambas y un pronto renacimiento a Ling Wen —bromeó, juntando las manos en una oración compasiva—. Uno no debe morder más de lo que puede masticar, menos siendo la otra un dragón dormido.

¡Y vaya que sí lo era!

Los cielos apenas iban reconociendo la fuerza capaz de alterar la marea de una batalla, en las manos de la diosa elemental, pasada por alto a lo largo de siglos, a causa de su humilde y pacifico estilo de vida. Y a Ling Wen, por muy apasionada y capaz que fuera, le convenía hacer lo mismo si no estaba lista para dar cara a las consecuencias de sus actos.

Festival de 31 BendicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora