Alcohol [ SongXiao ]

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Al final de la calle, donde el flujo se dividía a la derecha y la izquierda en T, delante de la vieja tienda de regalos cerrada al ser casi medianoche, vio una figura tirada en la oscuridad.

La cautela asomó por un resquicio de sus pensamientos, instándolo a no precipitarse y caer en garras de un ladrón empleando trucos sucios para atraer a ingenuos e incautos, o meterse en problemas con un borracho. Se dijo que era un buen consejo, y enseguida echó a correr en dirección a la persona, colocándose a su lado en cuclillas.

—Señor —llamó.

Se trataba de un hombre en sus veintes, vestido con un pantalón de mezclilla y playera de mangas larga y negra, el cabello largo en a media coleta. A pesar de la escasa luz, su rostro resaltaba elegante y formal, distante como la nieve.

Dudó en moverlo. Fue hasta advertir su respiración que su corazón experimentó alivio y se animó a sacudirlo del hombro.

Notó una herida en su frente.

Un maullido emergió de los brazos del hombre, junto con un gatito blanco, una cosa diminuta y flaca de ojos tan azules que daban la falsa apariencia de ceguera. La gatita (estaba seguro se trataba de una "ella") se sacudió y repitió el lamentable maullido.

—¡Alcohol! —exclamó, arrancado de su estupor, y centrándose en especular: Quizás salvó a la gatita de ser atropellada, y su heroísmo lo convirtió en víctima.

Colocó la mochila en la calle. Rebuscó entre las libretas y libros de la preparatoria y halló el botiquín de primeros auxilios a su cargo, manager del equipo de baseball. Agradeció que el entrenamiento se alargara y olvidara dejarlo en el club... de nuevo.

Del botiquín sacó el alcohol y humedeció una torunda de algodón, acercándola a la nariz del hombre. Segundos después el desfallecido se removió y abrió los ojos, encontrándose con los suyos, los de un adolescente de rostro afilado, rodeado por un aura gentil como una luna brillante.

Repentino, el hombre se sentó con el semblante pasmado, haciendo a la gatita saltar al suelo y sostuvo su muñeca:

—¿Xiao XingChen?

—¿Song Lan?

El silencio se extendió, no se conocían... Entonces, ¿cómo sabían sus nombres?

Una patrulla se detuvo a su lado y preguntó si estaban bien.

Song Lan se levantó y pidió disculpas, explicando lo sucedido con la gatita, el conductor imprudente y el apoyo brindado por el chico.

Xiao XingChen asintió, abrazando a la minina.

Nuevamente a solas, en vez de marcharse cada uno por su cuenta, uno a la izquierda a su apartamento de universitario, el otro a la derecha a casa de sus padres, los dos tomaron el mismo camino hablando como viejos amigos. Almas gemelas reencontrándose tras no verse durante mucho, mucho tiempo, reunidos en un camino que no volvería a separarse, uniendo sus manos, corazones y vidas.

Por fin...

Festival de 31 BendicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora