† 14. De un buen amigo, para una amiga †

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Capítulo 14
DE UN BUEN AMIGO, PARA UNA AMIGA.

Dipper.

¡La entrepierna me dolía de manera increíble!

Aunque, pensándolo bien, en lugar de ser un dolor, era más bien una incomodidad exquisita.

Cada paso que daba era la consecuencia de las delicias que experimenté la noche anterior gracias a Dominick.  Era una sensación extraña que tenía mucho tiempo sin sentir. Pero me las arreglé bastante bien para no hacerlo notar.

Cuando bajé las escaleras, ya vestida con mi uniforme, y tomé asiento junto a mi padre, di un respingo ante la violencia de mis movimientos y las consecuencias que había traído en mi sensible vagina.

Papá me miró curioso, levantando una ceja y alejando la taza de café de sus labios.

— ¿Todo bien, cariño?

Asentí de inmediato ante su pregunta.

— Son solo cólicos, papi. Ya sabes… cosas de chicas.

Mentí sin mucha complicación.

Papá hizo una mueca y asintió. Como a la gran mayoría de los hombres, a papá se le hacía muy incomodo hablar de temas femeninos conmigo. El caso de la menstruación, era uno de ellos, pues para él, había significado el fin de una etapa. Él lo veía como lo que es: ya su pequeña no era tan pequeña, era una mujer y, a raíz de mi primer periodo, su atención conmigo aumentó en relación a los chicos. Y, a pesar de ser la cosa más natural del mundo, papá se sonrojaba al escuchar algo relacionado a eso.

Después de un desayuno tranquilo, al que mamá se unió segundos después, dándome las gracias por haber botado la basura la noche anterior, papá me llevó a la escuela.

El aparcamiento estaba, como de costumbre, repleto de estudiantes junto a sus autos súper caros. Mi grupo estaba cerca del Ferrari de Sabrina, pero mi mirada se desvió a otro lugar.

Los Swinner estaban ahí, apoyados en el deportivo de Günther, ambos cruzados de brazos, con aire despreocupado, viendo en mi dirección. Günther estaba serio, como acostumbraba, mientras que Dominick estaba ahí, con esa mirada arrebatadora y sexy, y una sonrisa coqueta.

Mordí mi labio inferior y, al salir y cerrar la puerta de la patrulla de papá, algo magnético tiró de mí en dirección a ellos.

Por un segundo extraño, en el que me invadió una sensación difícil de describir, fui presa de ellos, como si a mi cintura hubieran atado una cuerda y me estuvieran tirando de ella. El mundo a mi alrededor pasó a un segundo plano, y por ese corto periodo de tiempo que, en ese momento, se me hizo eterno, solo fuimos ellos y yo, y la tensión abrazadora que arrasaba con todos y cada uno de mis sentido y fuerza de voluntad. Para mí, en ese momento, no había nada más que dos Swinner y una Sherwood.

¡Dominick tenía razón! ¡Qué gran escandalo!

Y ahí estaba yo, bien temprano por la mañana, en plena vista de todos, acercándome a ellos, hipnotizada por ese magnetismo que ellos tenían.

Sin embargo, cuando papá me llamó, la burbuja estallo.

Parpadee varias veces, saliendo del hechizo, abrumada de pronto por lo que había pasado y, aun medio embobada, con el pulso de pronto acelerado, me giré para ver a papá.

Estaba afuera de la patrulla, luciendo su uniforme. Y, cuando me hizo una seña, no dudé en caminar de vuelta hacia papá, colocándome frente a él.

— ¿Ocurre algo? — Pregunté, extrañada de verlo afuera del auto.

Normalmente, al dejarme en el aparcamiento de la escuela, se iba de inmediato al trabajo.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora