† 12. Relato de un vampiro excitado †

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Capítulo 12
RELATO DE UN VAMPIRO EXCITADO

Dominick.

— Por favor…, no me hagas daño.

Oírlas suplicar, era lo más excitante de todo el show que me armaba. El lado sádico que poseo, ese que estuvo dormido hasta el día de mi transformación, se adueña de mi cuerpo entero; de mis acciones y pensamientos. Mi hermano y yo poseemos una bestia en nuestro interior que duerme la mayoría del tiempo, pero cuando nos ataca el hambre, despierta y deja a su paso muerte de mujeres que se dejan llevar por una sola cosa: deseo.

Me considero muy diferente a mi hermano. Mientras él es más débil ante la sangre y su tentación, yo puedo soportarlo. He aprendido a contenerme. Sin embargo, desde que estamos en Sherwood, las ganas de sangre, nuestro auto control, se vio en peligro por una sola cosa: Dipper.

Oh, maldita sea…

Esa mujer es la más atractiva mortal que vi en mi vida. Piel blanca, cabello negro, ojos grises, labios rojos; tan frágil y deliciosa, susceptible ante el deseo y la lujuria que mi hermano y yo le provocamos.

Era una delicia leer sus pensamientos; la más adictiva película porno que se les pueda ocurrir.

No obstante, no es su mente pervertida lo que más me gusta de ella, sino ese delicioso olor que emana. Su sangre es una maldita delicia, que me empujaba muy cerca de aproximarme a ella para encajarle el colmillo y darle una probadita; sin llegar a matarla, claro está.

A mi cabeza, aparte de mamá, a la única mujer a la que nunca se me ocurrió matar, fue precisamente ella. A pesar de que su sangre representaba una debilidad para mí y para Günther, nos las arreglábamos bastante bien en el inicio para no morderla; y eso mismo nos obligaba a salir de caza más seguido. Lo que antes era una vez por semana, se había convertido en una vez cada dos noches y, en circunstancias extremas, una vez cada noche.

Dipper nos estaba condenando, esa es la verdad.

En el mundo, nunca va a existir nada más delicioso que ella.

A veces, cuando salía de caza y follaba a mis víctimas, solía imaginarme a Dipper. Y, a la hora de enterrarles el colmillo, la decepción me llegaba:

No era Dipper la chica en la cama, bajo mi cuerpo…

No era Dipper la chica que gemía en mi oído y me suplicaba que se lo hiciera más duro…

No era de Dipper la sangre que me manchaba…

Decepcionante, ¿no?

Pero, aún así, no perdía la esperanza de, algún día, poder llevar mis fantasías a la realidad. Y pude hacerlo, pude probar un poco de esa fantasía que tanto deseaba cuando estuve con ella en el laboratorio y la sentí alrededor de mis dedos.

Sus gemidos silenciosos, su humedad y calor, mezclados con el delicioso olor de sus fluidos y sangre, el golpeteo de su corazón y el olor de su cabello… maldita sea que me pusieron a mil, y quise meterme entre sus pierna ahí mismo, deseando darle duro contra la pared hasta hacerla gritar tan fuerte que toda la jodida escuela la escuchara.

Romántico, ¿verdad?

Sin embargo, no podía hacer eso porque, en primera, no era el momento ni lugar adecuado para hacerlo y, en segunda, no podía hundirme en ella porque, a pesar de saber que se moría de ganas y me hubiera dejado hacerlo, era un riesgo. Su vulnerabilidad en ese momento, y lo que ella me estaba causando, era tal que, si la tomaba ahí mismo, iba a terminar con mi boca en su cuello; y muy probablemente Dipper muerta.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora