† Epílogo †

3.6K 452 214
                                    

EPÍLOGO

Dipper

Si has llegado hasta aquí significa que estoy muerta.

Tomé la decisión de quitarme la vida un primero de Octubre, justo después de cumplir la mayoría de edad, cuando sentí que simplemente ya no podía más con toda la mierda que se me vino encima después de la muerte de mis amigos.

Fui internada en un centro de salud mental, porque un experto llegó a la conclusión de que era lo mejor para mí, bajo medicación constante. Mis padres me visitaban muy seguido, al igual que… Dominick y Günther. Aunque estos últimos venían en la noche, cuando nadie podía verlos. Entraban, hablaban conmigo y finalmente se iban.

«La mente humana es muy fácil de manipular» me habían dicho Dominick una vez, y durante mucho tiempo me pregunté si Dominick había manipulado la mente de todos en el pueblo como para que no hubiera nadie, aparte de mí, que los recordara. Porque… yo no pude haberlos inventado, ¿o sí? No. Absolutamente no. Yo no pude haberme inventado las caricias, las palabras, los besos, los sentimientos y… el odio que sentía por ellos.

— Acaba con este infierno de una vez, Dipper — me había dicho Dominick una noche, mientras estaba acostado junto a mí, viendo el techo blanco de la pequeña habitación.

— Si tú lo pides, podemos sacarte de aquí, y llevarte lejos, con nosotros — había añadido Günther, que estaba sentado en la cama, justo donde la luz de la luna le pegaba de lleno.

— ¿Por qué no me matan de una vez? Si quieren acabar con mi infierno, solo mantenme.

Dominick y Günther negaron a la vez y, como si hubieran estado sincronizados, dijeron:

— Vivir sin ti es lo mismo que morir, y no hay nada peor que morir en vida.

Pero yo sentía que estaba muerta en vida.

Así que, un jueves de otoño, cuando mamá y papá me dieron la noticia de que iba a tener un hermanito – por fin el niño que iba a seguir manteniendo vivo el apellido Sherwood – tomé la decisión de acabar con mi vida. Mamá y papá iban a tener otro hijo, y tal vez eso iba a ayudar a no marcarlos tanto con mi muerte. Les iba a dolor, claro, pero por lo menos iban a tener otro ser al que darle amor.

Entonces, empecé a poner en marcha mi plan.

Debido a que tomaba varios medicamentos al día, decidí que esa iba a ser mi arma suicida. Me metía la pastilla en la boca, la escondía bajo mi lengua y engañaba a la enfermera que me la daba, haciéndola creer que me la tomaba. Tenía que repetir el proceso hasta tener una gran cantidad de ellas, las suficiente para… mandarme a un viaje sin retorno.

Sin embargo, cuando despertaba y las buscaba, desaparecían de mi escondite. Supuse que Dominick y Günther tenían que ver en eso. Y comprendí que si quería lograr mi propósito, tenía que hacerlo rápido, porque ellos iban a frustrar mis intentos cada vez que quisieran.

La oportunidad perfecta llegó justo cuando apareció un nuevo enfermero a la clínica. Era joven, y guapo, su nombre era Thomas, y supe que yo le gustaba casi de inmediato, cuando lo encontré mirándome más de la cuenta durante uno de mis paseos al patio. A él le tocaba las guardias de día, y me hacía compañía durante los paseos al jardín. Hablábamos, y supe que algo en él y en su cabeza no estaba muy bien. No importó. Necesitaba a alguien desequilibrado para lograr mis objetivos.

Y un día, lo conseguí.

— ¿Cómo es que alguien tan joven y bonita está en un lugar como este? — Me preguntó, sin dejar de mirarme a los ojos, una tarde.

— Al parecer… las cosas no funcionan muy bien aquí — me toqué con un dedo la sien — Es una pena. Extraño muchas cosas del exterior.

— ¿Cómo qué cosas?

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora