† 22. Santiago Swinner †

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Capítulo 22
SANTIAGO SWINNER.

Dipper.

Todos en el pueblo habían sido invitados a la fiesta de la hija del alcalde. Por ese motivo, no me sorprendió en lo más mínimo ver a tantas personas en el lugar cuando Brandon estacionó la camioneta.

Sin embargo, a pesar de ser uno de los lugares menos peligrosos del país, y debido a la cantidad de personas, noté ese puñado de hombres y mujeres vistiendo el usual traje de policía. Entre ellos, estaba mi padre, junto a mi madre, la cuál lucía un hermoso vestido azul oscuro que se ceñía tan bien a su cuerpo, que dejaba en evidencia sus curvas perfectas. A pesar de no estar disfrazada, mamá llevaba puesta una hermosa mascara que le cubría el rostro. En sus labios pintados de rojo lucía una despampanante sonrisa mientras se aferraba al brazo de mi padre y saludaba a cada persona que se acercaba a ellos.

— Se ve hermosa — solté sin poder evitarlo, sonriendo un poco.

Miré a Brandon, el cual había abierto la puerta para mí y me ayudaba a bajar del vehículo.

— Lo está. Tu madre es una mujer despampanante — aceptó, sonriéndome igual.

Al bajar, Brandon me ayudó a llegar a donde nuestros amigos estaban. Tal y como las chicas y yo habíamos planeado, estábamos disfrazadas de villanas de DC. Alice estaba disfrazada de Harley Quinn, y Sabrina de Hiedra venenosa. Habíamos elegido esos disfraces para hacerle una especie de competencia a los chicos que estaban de Marvel.

Ni ellos ni nosotras pudimos ponernos de acuerdo en qué vestir por lo que, en nuestro propio grupo, estaba esta pequeña separación.

Leonard, que iba disfrazados de Doctor Strange, fue el primero en acercarse para brindarme también su brazo y hacer de mi caminata menos pesada. 

— ¡Maldita sea, Dipper! — Sabrina exclamó en cuanto me vio — Luces malditamente sexi. Cuidado y le provocas una erección a Brandon con ese traje tan ajustado. ¡Se te marca muy bien el trasero, nena!

No pude evitar reír ante las palabras de mi amiga y, al mirar a Brandon, mi amigo no hizo más que desviar la mirada, avergonzado.

El comentario de Sabrina pasó a un segundo plano cuando Leonard, aparentemente preocupado, preguntó qué cosa me había pasado en el pie. Y yo procedí a contarle los detalles más básicos como que, estando en el lago, me corté y que ahora, cada vez que afinco el pie, la herida me duele, pues fue en toda la plantilla.

Para esas alturas, en mi grupo, ya era más que obvio que yo tenía algo así como una relación con Dominick – aunque realmente ni él ni yo habíamos hablado sobre algo referente a ese tema –, y me llevaba bien con Günther. Sin embargo, eso no hacía menos incomodo cuando hablaba de ellos. Por ese motivo, evitaba hacerlo.

La noche empezó muy bien. Todos se estaban divirtiendo, y yo no paraba de comer. Era lo único que podía hacer. Mi pie y las muletas no me permitían bailar a pesar de que me moría de ganas. Por suerte, Brandon me hizo compañía para evitar que me sintiera tan sola cuando Alice y Leonard se fueron a bailar y Sabrina empezó a ligar con un chico.

Mientras, Brandon y yo hablábamos de cosas sin sentido alguno, divagando entre nuestros recuerdos de cuando éramos niños y todas esas cosas. Y, mientras lo veía hablar y explicarme cosas con sus manos – esa de dedos largos que me habían dado muchos orgasmos en el pasado –, no pude evitar preguntarme: ¿por qué si Brandon era tan bueno, mi amigo, un chico que estaba incondicionalmente para mí, no lo podía ver de otra forma? Recuerdo una vez, hace dos años, que le hice esa misma pregunta a Leonard, y su respuesta fue: A veces las chicas, de manera inconsciente, eligen a la persona que menos les conviene. Es algo que no pueden evitar supongo.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora