† 30. Primera parte †

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Capítulo 30
APRENDER A DECIR "ADIÓS"

Dipper.

No sabía lo que estaba haciendo. Era como si otra persona se hubiera adueñado de mi cuerpo y fuerza de voluntad, pero cuando la última prenda quedó en el piso y me adentré a la ducha, ya no hubo marcha atrás.

En ese momento no pensé en el daño que estaba a punto de hacer. No pensé en el error. No pensé en los sentimientos. No pensé en nada, en nada que no fuera Brandon y su cuerpo; y la sensación de malestar que se generó en mi pecho al saberlo con otra.

Tal vez era muy egoísta de mi parte. Y lo sabía. De verdad que lo sabía. ¿Pero quién puede juzgarme? ¿Quién no ha actuado de manera egoísta una vez en la vida? Claro que no me justificaba, en absoluto. Aún ahora, considero que aquello estuvo mal… pero fue lo mejor. ¿Puedo un error ser un acierto? En ese caso, lo fue.

Brandon aún me estaba dando la espalda. Parecía tan envuelto en su propia burbuja que no notó mi presencia, no hasta que estuve lo suficientemente cerca para tocarlo.

Dio un sobresalto y su cuerpo se tensó. Mi mano viajó hacia el frente, para tocar su pecho.

— ¿Qué haces? — Preguntó, echándome una mirada por encima del hombro.

No le respondí. Mi mano fue bajando, hasta acariciar sus abdominales, luego su vientre plano y... finalmente tomé su miembro entre mis manos.

Lo escuché suspirar ante el contacto. Y luego giró, para quedar de frente a mí.

El agua nos estaba empapando a ambos, y tuve que levantar la mirada para verlo a los ojos. Se le veía tan sorprendido como confundido.

No sé cuánto tiempo nos quedamos así, solo observándonos fijamente. En ese momento no se sentía correcto hablar, porque no había lugar para las palabras, sino para los hechos. Entonces estiró su mano en mi dirección y me acarició la mejilla, con su pulgar fue a mis labios y tiró del inferior hacia abajo. No noté que me lo estaba mordiendo hasta que él hizo que lo liberara. Luego, se inclinó hacia adelante y con sus dientes tiró de él con suavidad. Cerré los ojos por inercia, y con el tacto acaricié su piel mojada. Él no se quedó atrás. Sus manos fueron a mis hombros. Los acarició despacio, bajando hasta mis codos.

— ¿Por qué me haces esto, Dipper?

En la voz noté cierto matiz de sufrimiento.

No me atreví a abrir los ojos. Y mientras yo tocaba su espalda, él acariciaba mi cintura y cadera.

— ¿Por qué se me hace tan difícil mantenerme alejado de ti? ¿Por qué nunca puedo rechazarte?

Cuando sus manos fueron a mi espalda baja, me aferré a su cuerpo. Sus manos me tomaron de las nalgas y me alzó, haciéndome envolver su cadera con mis piernas. Luego, sus manos se quedaron quietas en la parte posterior de mis rodillas, mientras nuestras frentes se unían.

Aún en ese instante, no me atreví a abrir los ojos.

— No puedes dejarme por otro y buscarme cuando se te dé la maldita gana, Dipper Sherwood.

A pesar de no verlo, sabía que cada palabra la había soltado con rabia, apretando los dientes.

— Tienes que dejar de jugar conmigo, porque ya no lo resisto más.

Y agradecí de manera profunda estar bajo la regadera, porque entonces de esa forma las lágrimas, que estaba empezando a derramar, se mezclaban con el agua.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora