† 03. Actitud grosera †

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Capítulo 3
ACTITUD GROSERA

Dipper.

Mientras estaba en mi casillero, guardando mi libro de castellano, no podía dejar de pensar en la mirada de ambos gemelos y en lo que su llegada al pueblo significaba.

Sabía que no podía juzgarlos por algo que hizo su tío en el pasado, pero ellos me resultaron en primera estancia tan misteriosos y peligrosos — así como sexys y atrayentes — que la idea de mantenerme lo más lejos posible de ellos no me resultó desagradable.

Dejé salir un suspiro y apreté los labios en una linea firme, negando con la cabeza, echando a un lado el recuerdo de los Swinner. Pero, claro, fue imposible. De solo evocar el recuerdo de ese par algo en mi interior se revolvía. La forma en la que me miraron, como si yo fuera un libro abierto y ellos estuvieran disfrutando de leer mis más oscuros y profundos pensamientos. Fue extraño.

Estaba apunto de cerrar mi casillero para dirigirme a los que estaban en el otro pasillo, lista para reunirme con Sabrina y Alice para ir a nuestra próxima clase, cuando alguien más se me adelantó, dejando a su paso el sonido metálico de la puerta del casillero al cerrarse con fuerza, y mi grito horrorizado ante la sorpresa y brusquedad de aquella acción.

— ¡¿Qué carajos te pasa?! — Grité, echando mi mano hacia atrás, sin ver de quién se trataba con exactitud, temiendo a que me pisaran los dedos.

Me encontraba tan perdida en mis pensamientos que aquello fue tan inesperado que casi me provoca un infarto.

Estaba apunto de insultar a quien sea la persona que hizo aquello, descargando mi enojo, cuando me encontré a Dominick Swinner a mi lado derecho, con su vista clavada en mi silueta y una sonrisa burlona bailando en sus labios carnosos y rosados… muy besables y… negué con la cabeza, cayendo en cuenta de mis pensamientos.

¿Qué mierda había sido eso? ¿Y a mí qué mierda me importaban esos labios y lo besable que se veían?

Levanté la vista para mirarlo a los ojos.

Aquel par de ojos color avellana me miraban detonando burla y curiosidad, como si yo fuera una especie de experimento y él sintiera algún tipo de excitación al ver cada una de mis reacciones. No se me hizo difícil saber que fue él el causante de aquella acción tan violenta que casi me aplasta los dedos.

— Lo siento. No quería asustarte — habló después de un largo segundo en silencio en el que solo nos quedamos con la vista clavada en el otro. Lo vi sonreír, mostrándome una hilera de perfectos dientes blancos, y sus colmillos, filosos y atrayentes, era lo que más resaltaba de esa sonrisa macabra que siempre decoraba su atractivo semblante.

— ¡Casi me pisas los dedos! — Exclamé, obligándome a salir del transe en el que Dominick me había colocado mientras me cruzaba de brazos, mostrando seriedad y nada de simpatía. Alguien a mi izquierda dejó salir una risa.

Vi a Günther.

Estaba apoyado de un brazo, con su vista clavada en mí, mirándome igual que su gemelo: divertido. Y sin evitarlo hice con él lo que no hice con el otro: lo detallé. Piel clara, pómulos bonitos, pestañas largas que, al cerrar los ojos, casi tocan sus mejillas; sus cejas eran pobladas y una estaba cortada con una cicatriz. La piel de su cuello estaba manchada de tinta negra y, al verlo morder su labio inferior, con una sensualidad que me dejó la boca seca, volví a subir la vista a sus ojos avellanas.

¿Qué mierda tenían esos gemelos que tanto me atraían?

— Así que tú eres la nieta Sherwood — masculló el gemelo con tatuaje, alzando una ceja, sin dejar de verme divertido y expectante, atento a cada uno de mis movimientos.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora