† 27. Quiero follarte †

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Capítulo 27
QUIERO FOLLARTE

Dipper.

Nunca había estado tan molesta en mi vida. Oh, joder, en serio que estaba furiosa. En primera, ¿qué mierda le pasaba a Santiago Swinner? ¿Cómo se atrevía a usarme de esa forma para lastimar a mi madre? Y luego estaban los gemelos, los malditos gemelos. Ellos no me habían advertido sobre el plan macabro de su padre y la oscura intención que tenía al regalarme ese collar.

Cada vez que pensaba en eso, me molestaba cada vez más. Y mientras más me molestaba, más quería matarlos.

Bien. Jodida suerte la mía. El par de idiotas tenía a favor la inmortalidad.

Ojalá pudiera conseguir a un hombre lobo para que se los devorara.

Esa noche traté de distraer mi mente.

Acababa de terminar una serie supremamente buena, que me había dejado con ganas de más, y ahora iba a leer sus libros. Pero ni siquiera Pretty litter liars distraía mi mente. Era tal mi indignación, que me encontré paseando la vista por las letras sobre las páginas, sin leer nada realmente. Lo único que hacía era pensar en Dominick y Günther, y mis ganas de pisarlos como cucarachas. Por mi cabeza pasó el ridículo pensamiento de convertirme en cazadora de vampiros, y cazarlos a ellos. Me encontré riendo por tremenda estupidez.

Cuando el reloj marcó las once de la noche, mi teléfono vibró, anunciando un mensaje de Dominick.

Cogí el teléfono, miré su nombre en la barra de notificaciones por un largo segundo y, soltando un bufido, abrí el WhatsApp.

DOMINICK: ¿Estás ahí?

No respondí. Le clavé el visto, bloquee la pantalla y volví a dejar el teléfono a un lado. A los pocos segundos, mi teléfono volvió a sonar.

Era él otra vez.

DOMINICK: Es urgente. Necesito hablar contigo.

Volví a ignorarlo. Esperaba que con eso él entendiera que para nada me interesaba lo que me tenía que decir, aún que en realidad me daba curiosidad.

Entonces, Günther me escribió.

GÜNTHER: Vamos para allá.

Oh joder, oh joder...

Tiré el libro a un lado y me incorporé de un salto. Por mi cabeza cruzó la idea de salir corriendo de mi propia habitación para ir a la de mis padres y buscar refugio ahí, de esa forma no tendría que enfrentarme a los gemelos. Estaba tan furiosa que no sabía qué cosa podría salir de esa inesperada cita. Sin embargo, no me dió tiempo de hacer nada cuando ambos ya estuvieron en mi habitación. Entraron por la ventana, tan rápido que no lo registré del todo.

Por un segundo, el aire se me cortó.

Dominick fue el primero en dar un paso hacía mí.

La habitación estaba iluminada de manera tenue, y esto gracias a la pobre luz que salía de mi lámpara de lectura.

Debido a eso, ellos se veían aterradores de pronto. Incluso para mí, que tenía un mínimo de conocimiento de lo sádico que podrían ser.

Günther estaba como siempre. Vestía de negro, y todo él era sombrío. Me observaba desde la ventana, con los brazos cruzados a la altura del pecho. El flequillo le caía en la cara, y su mirada fija en mí me elevó los nervios.

Dominick Swinner, por su parte, y una vez que estuvo frente a mí, lo único que hizo fue acorralarme contra la pared más cerca.

— Debes creernos — fue lo primero que dijo. Habló lento, acariciando cada sílaba con ese acento a que me ponía a mil —, no teníamos ni idea de lo que mi padre quería hacer al darte ese collar.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora