† 21. Primera parte †

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Capítulo 21
UN VAMPIRO FUERA DE CONTROL

Dipper.

Después de esa conversación, las cosas entres los gemelos y yo cambiaron, en efecto lo hicieron, y para mi sorpresa fue para mejor.

Pudimos hacer la tarea de literatura, por fin..., juntos. Sin embargo, siempre nos reuníamos en mi casa, cuando alguno de mis padres estaba cerca. No me daban permiso para ir a la mansión Swinner - entendía perfectamente el por qué, y no me molestaba -, y tampoco me dejaban ir a algún café o lugar público con ellos. Y, eso último, no representó un problema dado que ni a Dominick ni a Günther les gustaba estar en lugares como esos, repletos de personas. Me decían que se les era realmente molesto escuchar en sus cabezas las opiniones que el resto tenía de ellos solo por llevar el apellido Swinner y por ser familiar de Antonio.

Por lo mismo, mi casa fue la mejor opción. Nos sentábamos en la sala y tratábamos de ignorar, sin mucho éxito en mi caso, la presencia de mi madre o padre, los cuales siempre se sentaban cerca, en el sofá del frente o, en algunos casos, en alguna de las sillas que formaban parte del juego de comedor de la sala. Siempre estaban atentos a lo que los gemelos y yo hacíamos o decíamos, y en ocasiones eso sí se me era molesto tomando en cuenta que... no me gustaba sentirme vigilada.

No podía pasar por alto la manera extraña en la que mi madre miraba a detalle a Günther y a Dominick cada vez que a ella le tocaba hacernos guardia. No les quitaba los ojos de encima, y cuando alguno de los gemelos se atrevía a mirarla, como diciendo: ¿Qué mierda te pasa? ¿Tengo un moco en la cara?, notaba como su cuerpo se tensaba. Sabía que, debido a su extraño poder de leer mentes, los gemelos sabían qué cosas pasaba por la mente de mi madre cuando se quedaba suspendida, sin apartar la mirada de ellos. Y yo me hacía una idea también. Pensaba que el motivo de su mirada perdida y actitud extraña era porque le afectaba la cercanía de los gemelos más de lo que le afectaba el hecho de tener a los Swinner de vuelta a Sherwood. Trataba de entenderla. Tal vez Dominick y Günther le traían malos recuerdos, la hacían revivir, de manera inconsciente, aquel infierno que pasó en manos de Antonio.

Mi coqueteo con Dominick siguió. Los besos a escondidas, las miradas cómplice y sus rosas eran el pan de cada día. Sin embargo, no volvimos a repetir nuestro encuentro sexual.

Con Günther, en cambio, no fue así.

Grosero, tosco, hostil... esa era la receta perfecta para provocarme.

Nuestras actitudes y carácter chocaban y, cuando estallaban, ambos terminamos de una sola forma: molestos y sin ropa. Sin embargo, al terminar y drenar la pequeña molestia que sentíamos por el otro, soltábamos una pequeña risa y volvíamos a empezar de nuevo.

Así era lo nuestro: nos molestábamos por diversión. Era algo que nos funcionaba, y estábamos bien con ello. Sobretodo cuando me empezó a mostrar otra careta suya, una más relajada, pero sin perder lo que Günther es realmente.

Sí, era cierto que ya no era tan idiota como en un inicio, pero no dejaba de ser... tan él, manteniendo esa actitud tan suya.

Mi relación intimida era más activa con Günther que con Dominick. Pero me llevaba mejor con Dominick que con el otro gemelo.

Dominick era más romántico.

Günther es... Günther.

No hay palabra para describirlo.

Las cosas con Brandon también cambiaron..., para mejor. Volvimos a ser lo mismo de siempre, los mejores amigos que fuimos alguna vez. Iba a verlo a cada entrenamiento que tenía, pasábamos los viernes en la tarde viendo películas y salíamos con nuestros amigos como antes: todos felices.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora