† 26. Primera parte †

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Capítulo 26
DE MAL A PEOR

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Dipper.

Me tomó un par de segundos reaccionar, pero cuando vi a mi padre ir detrás de mamá, mi cuerpo enteró tomó vida propia y los seguí a ambos.

Mamá parecía estar fuera de sí.

Por un momento, mientras veía a mi padre agarrar a mamá por la cadera para evitar que saliera de casa, y lo escuchaba pedirle que se tranquilizara, me regañé mentalmente por no haberle mentido; por no haberle dicho a mi madre que el collar me lo había dado otra persona y no el señor Swinner. Pero, bueno, mi capacidad de mentir había acertado a la hora de no ser utilizada porque, más tarde, esa misma noche, me enteraría del origen de esa preciosa joya que aún llevaba colgando en mi cuello.

Cuando me acerqué un poco más a ellos, pude ver las lágrimas que bajan por el rostro de mi madre.

El pecho se me contrajo y una oleada de remordimiento me asaltó. La comprendía. Sabía que para ella era difícil el tema de la familia Swinner, y ahí estaba su única hija, en una rara relación con Dominick Swinner – y con Günther al mismo tiempo –, usando un hermoso collar que Santiago – su ex – me había reglado.

Cuando vi a mi padre abrazarla, el sentimiento de culpa se hizo mayor. Mamá sollozaba con fuerza, y en mis labios se formó un pequeño puchero al verla así. Muy pocas veces veía a mamá fuera de sí o llorar. Normalmente siempre era una mujer centrada e inquebrantable. Sabía que si algo le llegaba a afectar, debía ser algo de proporciones inimaginables, tal y como era el caso.

Mi madre y sus dos mejores amigas habían sido víctimas de Antonio Swinner, es algo que no debemos olvidar. Una de sus amigas incluso se suicidó después de aquello. Las cosas que tuvieron que haber pasado ahí, tuvieron que haber sido tan brutales, digno de un buen documental en Investigation Discovery.

Mis padres siempre evitaban hablar de esa familia o aquella noche en especifico, y yo nunca había preguntado o investigado nada sobre el tema; y no era porque no sintiera curiosidad, sino porque lo consideraba una invasión a la privacidad de mamá, a pesar de que aquello era de dominio público; también era por respeto a ella y a todas las víctimas de Antonio, y claro, ¿para qué negarlo?, también me daba terror saber los detalles de aquella noche.

Cuando se acercaba el aniversario de aquella noche en la que todo ocurrió, y el día en el que Antonio por fin fue a parar a un centro psiquiátrico, mamá y el pueblo entero se ponían muy mal. Se hacía misa en honor a todas las víctimas que perdieron su vida en manos de ese degenerado, y también se hacía un gran homenaje, donde se llevaban flores al lugar donde estaban sepultados algunos de los pocos retos que se lograron rescatar de la mansión. Todo esto era algo que las personas de la nueva generación (como yo y mis amigos) no compartía del todo con los demás que estuvieron ahí la noche en la que el pueblo fue sacudido, pero que al final, respetábamos y asistíamos a dar nuestro tributo.

Al finalizar todo aquel rollo, volvíamos a casa, en donde mamá se encerraba en su habitación hasta la noche y continuábamos con nuestra rutina normal, dejando atrás el día de la masacre Swinner y todo lo que aquello significaba.

Cuento esto porque es de suma importancia mantenerlo presente en esta historia. Es más, es algo que siempre recordaba cuando mi madre se ponía muy nerviosa o alterada al escuchar el apellido Swinner o algo relacionado a ellos. A veces creía que su reacción era muy exagerada, pero luego venía todo esto a mi cabeza y me sentía mal por ella.

No. No estaba sobreactuando o era exagerada. Mamá sufría. Y sufría por todo aquello, y por cosas que nadie más que ella, y las que estuvieron esa noche ahí, sabían.

Infierno, la maldición Swinner © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora