Otros Tiempos - 11

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De todos los casetes que guardo de aquellas sesiones con María Luisa, este es el que más veces he escuchado. Suelo avanzarlo hasta que ella termina de guiarme para adentrarme en esa especie de ensoñación confusa que resulta la hipnosis. Entonces, su voz se silencia y, por varios minutos, no se escucha otra cosa más que el ambiente vacío, los sonidos lejanos y velados de la calle y el rodar de la cinta dentro del grabador.

Antes, ella me había pedido que volvamos al momento de consciencia más próximo al del último vivido en la regresión pasada.

Varios minutos después de que ella terminara de hablar, aún permanezco en silencio.

Seguramente, preocupada o insegura por mi inusual estado, la psicóloga me anima a comenzar a narrar lo que estuviera viendo:

—Recordá que estás en un lugar protegido; el accidente ya pasó. Todo está bien ahora.

Mi respiración pesada comienza a hacerse más evidente al cabo de un rato y se perciben ciertos sonidos guturales, como si estuviera intentando hablar, pero que no lo terminara de lograrlo.

—Ya todo lo malo pasó, podés relajarte —repitió.

Todavía demoré un buen rato más en hacer escuchar mi voz y cuando conseguí emitir palabra, se me oyó ronco, adormecido, pero con cierta expresión de sorpresa y de emoción:

—Es él... Es él, lo veo a mi lado...

POR VOS MUERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora